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En el Costado de Cristo

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Acercarnos a Él no sólo en un arrepentimiento fundado en la desilusión, sino sobre todo, como la respuesta que Dios espera a ese amor incomprensible e inagotable.

 


Parece ser que ese genial poeta y pensador nuestro, Amado Nervo (1870-1919), era un hombre muy como algunos nosotros: entre unas enormes ganas de convertirse a Cristo y una enorme carga de apegos mundanos. En un brillante trío de sonetos titulado “En el Camino”, nos presenta su decisión de volver al Padre y su feliz expectativa por su encuentro y su unión con Él. Al primero, “Resuelve tornar al Padre”, lo podríamos llamar simplemente “Cuaresma”.

No temas, Cristo Rey, si descarriado
tras locos ideales he partido:
ni en mis días de lágrimas te olvido,
ni en mis horas de dicha te he olvidado.

En la llaga cruel de tu costado
quiere formar el ánima su nido,
olvidando los sueños que ha vivido
y las tristes mentiras que ha soñado.

A la luz del dolor, que ya me muestra
mi mundo de fantasmas vuelto escombros,
de tu místico monte iré a la falda,
con un báculo: el tedio, en la siniestra;
con andrajos de púrpura en los hombros,
con el haz de quimeras a la espalda.

Así tenemos que hacerlo cada año. Así nos lo propone nuestra sabia y Santa Madre Iglesia: llegar cargados de dolores propios y ajenos, causados por los locos ideales, las falsas ilusiones y las mentiras del mundo, a la falda del Monte Santo a decir: “Señor, me he alejado, pero quiero regresar.”

Lo que este interesante escritor intuía en estos versos, ahora Benedicto XVI nos lo propone como reflexión de Cuaresma: Cobijarnos en la llaga del Corazón de Jesús. Acercarnos a Él no sólo en un arrepentimiento fundado en la desilusión, sino sobre todo, como la respuesta que Dios espera a ese amor incomprensible e inagotable, y que tiene su “expresión más conmovedora” en el Corazón traspasado de Jesús. ”.

Y proponernos que cada vez el alejamiento sea más corto y el regreso más intenso.