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Si Monseño Óscar Romero viviera

A propósito de la visita de Barack Obama al sepulcro de monseñor Romero, no se pueden pasar por alto las cuentas pendientes que los Estados Unidos tienen en Latinoamérica comenzando por el asesinato del obispo mártir a manos de paramilitares que, supuestamente, fueron entrenados en escuelas estadunidenses que formaron mercenarios llevando a El Salvador a la desestabilización y a una guerra civil que desangró a esa nación marcándola definitivamente, hasta llegar a nuestros días con la expulsión, cada vez más dolorosa, de centroamericanos que buscan mejores condiciones de vida fuera de su país.

Sabemos la cadena de crímenes que Estados Unidos ha forjado en Latinoamérica, especialmente en la década de los ochenta. Y sufrimos ahora la guerra “de baja intensidad” que el gobierno norteamericano ha provocado en su patio trasero, en particular México, cuando las armas fluyen en tal cantidad recrudeciendo la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado. Y si Obama visitó la tumba del arzobispo mártir, en un gesto que dice reconocer el liderazgo y valentía de San Romero de América, el mismo prelado, de haber vivido, echaría en cara al presidente del cambio la política criminal de la superpotencia, como bien relata Scott Wright, en el National Catholic Reporter, cuyo gobierno atenta contra la dignidad y los derechos humanos de las personas, particularmente por el apoyo militar a Honduras que ha reprimido a organizaciones civiles; por los esfuerzos que aseguren la firma de Tratados de Libre Comercio con Colombia y Chile, reprimiendo a los indígenas y las comunidades rurales de esos países; en el aislamiento de los pueblos de Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba y Nicaragua interviniendo en sus negocios internos y sostener la presencia de bases militares en Latinoamérica incluyendo el apoyo a ILEA, International Law Enforcement Academy, en El Salvador.

Más aún, si Mons. Óscar Romero viviera, hubiera interpelado al presidente Obama poniendo en duda la sinceridad de su visita. En 2005, Mons. Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, escribía sobre la actitud del arzobispo ante la escandalosa y obscena intervención del imperio en el tráfico de armas que contribuyó a la muerte del pueblo salvadoreño. Durante su ministerio, afirma el obispo Rosa, Mons. Romero había decidido escribir al presidente Carter y exigir el fin del envío de armamento; si bien, afirma el auxiliar, la carta no fue enviada a su destinatario, en ella se decía que al mártir le preocupaba “bastante la noticia de que el gobierno de los Estados Unidos está estudiando la manera de favorecer la carrera armamentista de El Salvador enviando equipos militares y asesores para entrenar a tres batallones salvadoreños en logística, comunicaciones e inteligencia. De ser cierta esta información periodística, la contribución de su gobierno en lugar de favorecer una mayor justicia y paz en El Salvador, agudiza sin duda la injusticia y la represión en contra del pueblo organizado, que muchas veces ha estado luchando por que se respeten sus derechos más fundamentales”, y parece que la historia, en ese ir y venir, sigue teniendo el péndulo en contra de los latinoamericanos, ahora en México en donde no cesa el comercio y tráfico armamentista que ha costado miles de muertos en una guerra no convencional que mantiene a los habitantes de la República en la violencia que parece ser el pan nuestro de cada día.

Los partidarios de Barack Obama aplaudirían el gesto presidencial de inclinarse ante el sepulcro del mártir, lanzando el mensaje de que el gobierno de los Estados Unidos de América simpatiza con la causa, historia y destino de Latinoamérica pidiendo perdón por los pecados del pasado; pero la superpotencia en turno no tiene amigos, sino intereses y aliados a su causa. Mientras recordamos a Romero, cuyas únicas armas fueron el poder de la Palabra y la esperanza enraizada en el Evangelio frente a la fuerza de las balas, la violencia y la prepotencia, la realidad de nuestro continente se debate en la crisis que viene por la economía que, en muchas ocasiones, es sostenida por el narcotráfico que se nutre del sofisticado armamento “made in USA” y la intervención en nuestra región del imperio que ha violado los derechos fundamentales de las personas y la soberanía de los pueblos latinoamericanos. A través de la libertad del espíritu que caracterizó la persona y ministerio de Mons. Romero, usando las palabras del obispo Rosa Chávez, “hombres libres como él son los que iluminan y estimulan nuestro caminar en los albores del nuevo milenio y nos estimulan a seguir desnudando, también nosotros, al nuevo imperio”.

Por Guillermo Gazanini Espinoza, Secretario General del Consejo de Analistas Católicos de México
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