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La prueba de amor

Margarita cerró sus ojos y agachó la cabeza, su respiración era agitada, sus labios se comprimían lentamente y a su rostro comenzó a mojarlo una lágrima. Con sus manos trataba de cerrar su blusa, pero no estaban los botones. Se encontraba de rodillas en el rincón de su cuarto con la luz apagada como si tuviese temor que el nefasto de su novio fuera a entrar por la ventana e intentara abusar de ella nuevamente. Minutos antes había pasado un momento terrible en el carro de su novio, pues él le había pedido la prueba de amor. Ella no lo podía creer, lo miró a los ojos, con su mirada traspasó a Carlos y después de un momento apretó sus labios como reteniendo las palabras de fuego que quería escupirle en la cara. Después de un momento, logró contenerse y le dijo — ¿Por qué no me das tú la prueba de amor que yo necesito, una prueba de amor a Dios y amor a mi dignidad femenina y te cuidas de hacerme pedidos de prostíbulo? Carlos sintió en su ser como una cubetada de agua fría por la respuesta de su amada, y la furia empezó a dominarlo. Sentía ganas de golpearla pero se controló e inició nuevamente el ataque diciendo: —Pero mi amor, tú sabes muy bien que te amo y soy capaz de darlo todo por ti, además siempre te he respetado con todo mi amor. Dime ¿qué prueba más necesitas que te dé para que creas que te amo?  Margarita agachó su cabeza y juntó sus manos como signo de oración y santidad, para después mirar a Carlos y decirle –Si realmente me amaras no me pedirías semejante “prueba”, porque amar es ante todo querer lo mejor para la persona amada, por encima de los propios egoísmos. Desde ahora pues, me sentiré autorizada a dudar de la sinceridad o la calidad de tu amor;  ya tengo una prueba en contra. A Carlos nunca le habían hecho semejante cosa y su sangre comenzó a hervir y pronto estalló — ¿Quién te crees que eres? a mí nadie me hace eso. Y de inmediato se abalanzó sobre ella y rasgó su blusa de un tirón, los botones volaron por los aires. Margarita luchó con todas sus fuerzas y pudo abrir el carro para después salir corriendo a su casa. No comprendía por qué el mundo insistía tanto en que ofreciera su cuerpo como cualquier baratija. En los días anteriores había tenido una discusión con sus amigas, le mencionaban a cada instante sus experiencias sexuales con sus novios y le hacían ver que no tenía nada de raro pues todas lo habían hecho más de una vez. –Yo no sé porque te cuidas tanto Margarita, si es tan normal, además todo depende de ti, si te cuidas con pastillas o preservativos.  Esto era lo que constantemente se le decía  e incluso se le tachaba de santurrona por llevar faldas largas a donde quiera que fuera. El acoso por parte de sus amigas no cesó hasta que Margarita tomó valor y les dijo con voz fuerte.  —Lo que ustedes son ahora yo lo puedo ser hoy o mañana, pero lo que soy yo ahora ustedes no lo pueden ser nunca más.

Margarita actualmente está casada muy feliz con alguien que sí la respeta totalmente. En nuestros días debemos trabajar mucho por el valor de la pureza. Los medios de comunicación masivos alimentan ferozmente las mentes de las personas dándoles a entender que lo inmediato, lo pasajero es la mejor opción en la vida. Gobiernos promueven la liberación sexual disfrazándola con el término de educación sexual. Como cristianos debemos amar y respetar nuestro cuerpo, ya que es templo del Espíritu santo, no debemos dejar que la semilla del mal entre en los corazones de los hombres llegando a relativizar todo.

“El mundo se ríe de la pureza y de la castidad, como si se tratara de cosas trasnochadas y pasadas de moda. El mundo dice: «Hay que darse el máximo de satisfacciones en la vida». Pero Cristo dice: «Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame.». Mateo. 16,24. El mundo dice: « ¡Hay que liberarse de viejos tabúes!». Pero Cristo dijo: «Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.». Mateo. 5,8. El mundo dice: «El amor no es pecado. Lo que se hace por amor es bueno». Pero la Biblia limita las relaciones sexuales al matrimonio: «Que nadie cometa inmoralidades sexuales y que cada uno sepa dominar su propio cuerpo en forma santa y respetuosa no con pasión y malos deseos como las gentes que no conocen a Dios».1Tes. 4,3”

Claro que va a  ser difícil comprender esto, pues nos mueve más el sexo que el seso, pero con la gracia de Dios todo se puede.

“Creo que no vamos a caminar. Nuestros gustos están en contrapunto: A ti te mueve el amor del placer; y a mí, el placer del amor. La diferencia es mucha”.