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Muerte por hambre

Con frecuencia he visto que hay personas a las que les despreocupa lo que sucede afuera de su propia casa, de su colonia, de su ciudad, y más aun, afuera de su país, y que mientras más lejos sucede, más les despreocupa, como si por la lejanía no tuviera qué ver con ellos. Pero no debe ser así.

Al Papa Benedicto XVI le aflige mucho el desastre por hambre que se vive en la región del Cuerno de África, particularmente en Somalia, y ha presentado constantes llamamientos a la humanidad para que responda con recursos a esta terrible hambruna que padecen casi 14 millones de personas. Estos llamamientos del Papa han sido para todo el mundo. El más reciente lo presentó la primera semana de octubre al reiterar que las vidas de la población de África oriental están en peligro a causa de esta grave crisis alimentaria, exhortó una vez más a la comunidad internacional para que haga frente a esta emergencia humanitaria e invitó a todos a “ofrecer oraciones y ayuda concreta a los numerosos hermanos y hermanas que están atravesando esa dura prueba, sobre todo los niños de la región”.

La causa de este desastre obedece a una grave sequía en el sur de Somalia, Kenia, Etiopía, Djibuti, Eritrea, Sudán, Sudán del Sur y Uganda. Las fuentes de agua se secaron, las cosechas se perdieron y el ganado se está muriendo. Las personas que viven en áreas urbanas están seriamente afectadas por los precios de los alimentos y muchas veces no tienen más remedio de adaptación que mendigar, pero las más vulnerables son aquellas que dependen del ganado. La tercera parte de los niños ya están desnutridos y afectados en su desarrollo físico y mental con consecuencias irreversibles.

Para operar este desastre humanitario se requiere de mil millones de dólares para este año, de los que sólo se ha conseguido la mitad, para asegurar que las poblaciones afectadas tengan acceso a alimentos, que haya tratamiento para la desnutrición aguda severa, acceso a agua limpia, vacunación contra enfermedades mortales, como el sarampión y la poliomielitis, e invertir en la producción agrícola para reducir el precio de los alimentos.

Caritas Internationalis, el organismo de ayuda mundial de la Iglesia, también ha exhortado a la comunidad mundial, que nos incluye a todos, a mostrar solidaridad y a proporcionar la ayuda necesaria a fin de implementar una respuesta inmediata y a grande escala. Es urgente donar cuanto antes. Se puede hacer de manera segura y confiable a través del sitio www.caritas.org en la sección “Crisis de alimentos en África oriental” y luego en la pestaña “Donate now”.

En Etiopía y Kenia, Caritas ha distribuido ya ayuda alimentaria y agua limpia a 500,000 personas y sus organizaciones diocesanas administran centros de alimentación para niños desnutridos. Con el fin de ayudar a los desplazados que escapan de Somalia, los miembros de Caritas trabajan en campamentos de refugiados donde, además, han instalado baños higiénicos y regaderas. Como los agricultores han perdidos sus cultivos y el ganado, Caritas distribuye semillas resistentes a la sequía y ha entregado más de 10,000 animales de granja a los agricultores necesitados. Los programas que ya están en marcha impulsarán los sistemas hidráulicos y capacitarán a los agricultores en técnicas de conservación, de manera que las comunidades puedan resistir mejor a las condiciones climáticas de extremo calor.

El Presidente del pontificio consejo Cor-Unum, el cardenal Robert Sarah, ha logrado recaudar donativos en colectas especiales en las parroquias de Italia, Alemania, Suiza, Francia e Irlanda, retomando los llamamientos del Papa a la comunidad internacional, a la que pide responder con generosidad: “Lamentablemente, a menudo vemos que los mecanismos que gobiernan la acción internacional se dirigen a la búsqueda del interés de cada nación. Prevalecen los aspectos del egoísmo también en la política internacional. Debemos dejarnos inspirar para desarrollar una política que se interese verdaderamente por el bien común. Sólo la búsqueda del bien común permite que no haya vencedores y vencidos, verdugos y víctimas, explotadores y hambrientos. Debe prevalecer una visión del hombre y de la sociedad donde al valor económico le sea reconocida la importancia que le corresponde, pero no la decisión última sobre el bien y el mal”. También ha hecho notar que “se corre el riesgo de perder una generación entera, pues los millones de personas que vagan en busca de la supervivencia, mañana se convertirán en prófugos clandestinos sin patria, en gente que no tiene una casa, un trabajo, una comunidad”.

Es apremiante que todos nos sumemos a estos llamamientos de ayuda y que con caritativa generosidad evitemos más muertes por hambre en el África occidental.

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