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Milagro en San Petersburgo

Escribo esto para dar fe y dejar testimonio de lo que vivimos cinco personas al ser testigos presenciales de una intervención celestial en nuestras vidas por mediación del arcángel san Miguel. Hemos tratado de hacernos diversas explicaciones del hecho pero finalmente los cinco concluimos que lo que nos sucedió se trata de algo alejado de toda lógica humana.

Llegué a la ciudad de San Petersburgo, en Rusia, la noche del 26 de septiembre para producir programas de televisión a fin de mostrar la extraordinaria belleza mística del arte sacro de los iconos bizantinos y la arquitectura sui-generis de las catedrales e iglesias ortodoxas rusas.

Comenzamos nuestras grabaciones a la mañana siguiente en la iglesia de san Nicolás de los marineros, dedicada a san Nicolás de Bari, bellísima en sus colores azul y blanco y en su remate esplendoroso de cinco cúpulas recubiertas con láminas de oro; luego nos dirigimos a la fortaleza de san Pedro y san Pablo para grabar su catedral caracterizada por una espigada torre rematada por una grande aguja que se levanta hasta los 123 metros de altura y que luce en su cúspide la figura de un ángel cubierto de oro, el más importante símbolo de San Petersburgo; después nos trasladamos al centro de la ciudad para grabar la catedral de san Isaac, de planta en forma de cruz griega, con cuatro puertas de acceso y rematada por su enorme cúpula de tambor que requirió de cien kilos de oro para ser recubierta.

Aunque la sede del Patriarcado ortodoxo ruso es la catedral de Cristo Salvador, en Moscú, cerca del Kremlin, en Rusia se le suele llamar Catedral a toda iglesia que es antigua, de mucha tradición y de grandes dimensiones.

El sábado 28 llegamos muy temprano a la iglesia católica de santa Catalina para acudir a la celebración de la santa Misa. Luego de comulgar tuve un momento de oración para pedirle al Señor que nos cuidara durante todo el viaje y para dedicarle el trabajo que hacemos para él y en su nombre. Luego me encomendé al arcángel san Miguel y le pedí su protección para que nos librara de todo mal, para que tutelara nuestro trabajo y nos protegiese de adversidades. De allí nos encaminamos a la catedral de la Resurrección de Cristo, también llamada de la Sangre Derramada porque se edificó sobre el lugar donde murió -víctima de un atentado- el zar Alejandro II.

La catedral de la Resurrección de Cristo es de una belleza única por sus cinco cúpulas en forma de cebolla, unas recubiertas con láminas de oro, y otras cubiertas por esmaltes multicolores. Al llegar nos separamos para buscar los mejores ángulos de tiros exteriores para las dos cámaras que llevamos. Yo me dirigí a la puerta a hacer los trámites para grabar también el interior. De pronto, en nuestros radios de intercomunicación de largo alcance, se escuchó la voz angustiada de nuestra camarógrafa Isabel: -¡Ayúdenme por favor! ¡Me acaban de robar la cámara! Corrimos en su ayuda preguntándole por los radios hacia dónde había corrido el ladrón, pero ella, muy confundida, nos indicaba diversos lugares porque no había sido uno sino tres ladrones. Luego supimos que supieron aprovechar el momento en que ella preparaba el equipo completo para grabar.

La cámara es profesional, de alta definición, y graba en tarjetas digitales que estaban instaladas, así que con la cámara se fueron también las grabaciones del día anterior, y como al día siguiente viajaríamos a Moscú, no dispondríamos de más tiempo para grabar de nueva cuenta el trabajo perdido.

Luego de la impresión y menos alarmados, casi una hora después, dispusimos la segunda cámara para grabar la catedral. Estábamos en eso cuando se nos acercó un joven de piel muy blanca, muy rubio, de ojos impactantemente azules, y casi sin decir palabra nos mostró una bolsa de plástico con nuestra cámara en su interior. -¿Qué? ¡Es nuestra cámara! Gritamos sorprendidos y le hacíamos mil preguntas en inglés mientras él, con una paz que contrastaba con nuestra euforia, y dueño de una paciencia y tranquilidad inefables, nos dijo también en muy pocas palabras, que él había visto el robo y que luego se encontró la cámara en el interior de un bote de basura. Le agradecí, le abracé y después se retiró con mucha calma sin decirnos más.

Estoy muy agradecido con san Miguel arcángel por su poderosa protección en San Petersburgo la víspera de su festividad en la ciudad de la que él es el símbolo principal, y agradecidísimo con Dios porque nos permitió experimentar un signo clarísimo de su cercanía entre nosotros. ¿Quién como Dios?

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