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La belleza que salva

Los medios de comunicación en México siempre nos quieren imponer la figura del sacerdote como una especie de varón frustrado, regañón, misógino, entregado a turbias intenciones.  Pobres; creen que su exiguo poder puede matar la belleza que salva e imponerle la crudeza ramplona del narcisismo consumista.  El sacerdote nos enseña el camino de la alegría; los medios comerciales, el camino de la nada.

Le recomiendo que vea el cortometraje que ha hecho el equipo de El Observador con el padre Panchito Echavarría.  A sus casi 105 años de edad y sus 88 de sacerdocio, es, por lo que hemos podido investigar, el sacerdote más longevo del mundo.  Y está entre nosotros, como un tesoro de bromas, de felicidad, de entrega a Jesús, lo mismo en Roma que en El Salvador, a lomos de su mula, la “Sacachispas”.

Contra un testimonio de este tamaño, ¿qué pueden las brutas expresiones de maldad ante la vocación más plena de todas?  El problemón en que andamos metidos es… que nos la creemos; creemos a pie juntillas que el sacerdocio es un lúgubre pasaje de tinieblas, frente al mundo de luz y diversión que nos anuncian en la tele.

Por gracia de Dios hay muchos “padres Panchitos” en la superficie terrestre, avisando, con boina vasca y sonrisa molenque, que el amor existe casi como tatuado en el alma.  Es cuestión, solamente, de quitarnos la costra, el virus íntimo que nos corroe y del que habla la nueva estrella de la filosofía europea, el coreano-alemán Byung-Chul Han: el virus íntimo de la competencia y la búsqueda del éxito.  Virus inoculado por los mass-media y que apenas si nos deja dormir.

Este sacerdote es grande, no solamente por su edad y servicio.  Sobre todo por su alegría.