Veletas

Según cambia el viento, cambia la veleta. Ahora apunta hacia el Sur, luego hacia el Este, más tarde hacia el Oeste, y al final al Norte: el viento manda inexorablemente.

También hay hombres y mujeres que viven como veletas. Giran según las modas. Cambian de ideas según las impresiones del momento. Oscilan una y otra vez entre la derecha y la izquierda, la lealtad y la mentira, el esfuerzo y la pereza, la educación y el descaro.

¿Por qué ocurre eso? Porque faltan convicciones, porque se vive de sentimientos, porque uno somete la mente y el corazón a lo que ocurre a su alrededor.

Ya Aristóteles hablaba de quienes cambian como el camaleón. Seres que se adaptan a lo externo, sin esa solidez interior que caracteriza a los que han tomado opciones profundas.

Es cierto que de poco sirve la estabilidad en quien vive para el pecado, la injusticia, el vicio. Pero también es cierto que sólo hay virtud verdadera en aquellos corazones que tienen una sana firmeza y convicciones bien fundamentadas.

No podemos vivir como veletas en un mundo que necesita mujeres y hombres maduros, justos, buenos. Hace falta dejar atrás la actitud del cambio por el cambio, del adaptarse como camaleones para ganar amistades huecas.

Estamos llamados a construir sobre roca. Sólo entonces la semilla del Evangelio encontrará una tierra buena. Y un ser humano empezará a imitar, desde sus pequeñas fuerzas y con mucha alegría, la bondad de un Dios que ama y acompaña con ternura paterna a cada uno de sus hijos.