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Adviento: esperanza de paz

Invito a usted a unirnos a la Iglesia Católica y personas de buena voluntad en México en un “docenario” –o sea doce días- de oración por la paz, del 30 de noviembre al 12 de diciembre

Estos días marcan también el inicio del Adviento, tiempo de esperanza que nos lleva a la Navidad. Y culminaremos el docenario con la Fiesta de la Virgen María de Guadalupe, ciertos que ella nos acompaña fielmente con corazón de Madre.

Hay muchos signos de violencia, injusticia, corrupción e impunidad, sumados a miedo a denunciar y a creciente cultura de indiferencia ante el dolor ajeno.

Nos unimos a lo que dice el profeta Isaías al inicio de este Adviento: “¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?” (Is 63,17). Por eso suplicamos a Dios: “Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia” (Is 63,18s).

Nuestra súplica es escuchada por Dios, que responde; por eso le decimos: “Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia” (Is 64,2). Efectivamente, el Adviento nos lleva a la Navidad –Dios con nosotros-. Ante Dios en medio de nosotros, reconocemos que “nuestra justicia era como trapo asqueroso” (Is 64,5), pero queremos estar dispuestos a dejarnos hacer por Dios, a ser purificados y transformados: “Tú eres nuestro padre… todos somos hechura de tus manos” (Is 64,7).

El Adviento es tiempo de esperanza bien fundada, una esperanza de paz porque el Niño que nace en Belén, Cristo Jesús, es el Príncipe de la Paz. Si nos decidimos a estar con Él, a vivir con Él, Él transformará nuestro corazón, con Él seremos constructores de paz y de justicia.

Pero necesitamos permanecer alerta y unidos, creativos y perseverantes, no adormilados y despreocupados, pasivos o miedosos.

Termino con una pregunta: ¿le entramos o nos quedamos en la orilla y dejando que otros asuman el riesgo y compromiso? Veamos que Jesús entrega su vida por nosotros, para que entreguemos la nuestra en bien de muchos más.