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Aprendiendo a sembrar en el campo de la vida

Jesús era un niño callado y obediente. Muy serio decía la familia. Siempre acompañaba a su papá en las labores del campo. La grande maquinaria había llegado al pueblo pero ellos no la utilizaban por los grandes costos que esto implicaba. Así que siempre utilizaban el tiro de caballos con el arado. El papá tenía la costumbre de ir enseñando a cada uno de sus hijos a depositar el grano de maíz en la tierra cuando se acercaba el tiempo de siembra. Ellos colocaban de dos a tres granos de maíz en cada hoyo que hacían. Un día cuando la distracción hizo presa del niño trabajador, este dejó caer muchos granos a un hoyo. El papá estando cerca y para complicar el momento se acercaba a preguntarle a su hijo cómo le iba en la labor. Jesús sintiendo la presencia de su padre tuvo temor de un regaño. Rápido tapó con tierra el descuido para que su padre no lo notara y siguió sembrando como si nada hubiera pasado.

En la vida de cada uno siempre vienen esos momentos de descuido y de temor. Buscamos como tapar los errores con las justificaciones o las mentiras. Otras veces las acciones equivocadas son actos ya programados. Y cuando pensamos que alguien se acerca para descubrirnos buscamos tapar esas acciones con muchas mentiras. Pero no pensamos que tarde o temprano las cosas salen a la luz y se descubren los pecados. En la palabra de Dios dice: “No hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro”. (Marcos 4, 22) Así le pasó al niño Jesús. Cuando las semanas pasaron el papá vino a verle para llamarle la atención. Jesús dijo que había sembrado tal como se le había enseñado. Su padre movió la cabeza y lo tomo de la mano para llevarlo a la siembra. Al llegar a un punto del terreno Jesús vio que no eran tres plantas de maíz las que salían de la tierra, sino más de veinte. Su descuido había quedado al descubierto. Ahora se tenía que arrancar para que el abono fuera aprovechado por las que debían y podían hacerlo. El papá aprovechó para decirle a su hijo que nunca dijera mentiras porque tarde o temprano estas serían descubiertas y si cometía errores tratara de corregirlos en el momento. Que no dejara que pasara el tiempo porque mientras más tiempo pasara este podía ser perjudicial y se complicaría reparar el error.

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