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La eterna juventud

Creo que todos anhelamos estar más cerca del Espíritu de Dios, disfrutar de su presencia, vivir en consonancia con Él. Vamos a reflexionar sobre la vida en el Espíritu.

Una vez que el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, nos habló sobre el Espíritu Santo, nos dijo que los cristianos de los primeros tiempos se saludaban diciendo: “Vive en el Espíritu Santo”. Así se deseaban mutuamente la riqueza y plenitud de vida, en la fuerza del Espíritu.

¿Cómo es una persona llena del Espíritu Santo, una persona educada, impregnada y santificada por Él?

Eterna juventud. Es un de los rasgos que caracteriza a la persona que vive en el Espíritu, tiene que ver con la filialidad. El Espíritu nos regala la eterna juventud.

Es verdad, dice el Padre José Kentenich, que mucho de nuestro entusiasmo juvenil era puramente natural. Pero podemos interpretar eterna juventud también como estar encendido por todo lo grande, por todo lo divino. Y si como personas maduras seguimos ardiendo por Dios, esto es posible únicamente porque otra fuerza actúa en nosotros. Y esta fuerza sobrenatural que nos regala es eterna: “Pentecostés es nuestra fiesta. Pentecostés es la fiesta de las almas jóvenes y de las comunidades jóvenes, la fiesta de la Iglesia joven – nuestra fiesta”.

¿Y que son corazones jóvenes? Son corazones que se han mantenido siempre jóvenes, que han perseverado fieles a su alegría y entusiasmo juvenil a lo largo de toda su vida. Juventud es el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo.

¿Por qué somos y nos sentimos jóvenes? Porque somos marianos, diría el Padre Kentenich, porque Ella nos ha dado su espíritu de eterna juventud. María es la personificación, es el modelo de un alma joven.

La eterna juventud surge de un anhelo, de un deseo permanente e invariable por el hombre ideal.
Una juventud doblegada encontramos allí donde los ideales juveniles se han destruido y han dejado en el alma heridas no curadas. Son los campos de resignación del hombre. Y nuestro mundo de hoy está lleno de resignados.

¿Y cuál es ese espíritu de eterna juventud?

1. Es el espíritu de idealismo que no se deja vencer nunca por las desilusiones y los contratiempos, que con entusiasmo y alegría supera toda resignación y pesimismo, que se enciende cada día de nuevo por los grandes ideales y anhelos.

2. Es el espíritu de radicalismo que no se deja dominar por la mediocridad y la tibieza sino que se entrega y sacrifica sin reservas, que no queda en la mitad del camino sino que lucha hasta el final, que pone grandes exigencias a sí mismo y las realiza con heroísmo y magnanimidad.

Ese es nuestro espíritu. Ese es el espíritu Mariano, el espíritu de la eterna juventud.

María es el signo de victoria y la imagen ideal de la eterna juventud, de una juventud que sabe resistir al mismo diablo y a toda la furia de los enemigos. ¿Entienden ahora, la importancia de la educación mariana? La eterna juventud se enciende en María. Y nosotros somos eterna juventud, porque somos marianos. Y somos eterna juventud, porque el Espíritu Santo nos guía y nos regala sus dones.

Queridos hermanos, pidámosle, por eso, a la Santísima Virgen María que nos regale la gracia, de tener y conservar siempre este espíritu de idealismo y de radicalismo, ese espíritu de eterna juventud.
Preguntas para la reflexión

1. ¿Me considero una persona joven de corazón?
2. ¿Tengo aun sueños por conquistar?
3. ¿Tengo yo el espíritu, la apertura y el idealismo de un joven?

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