Home > Análisis > El narcotráfico y la Iglesia: ¿Qué pasa en México?

El narcotráfico y la Iglesia: ¿Qué pasa en México?

Francisco está de pie en la Catedral Metropolitana ante un atril barroco con adornos dorados. Se le acerca un joven bien vestido que sujeta el micrófono con un brazo de pedestal tipo “jirafa”. Un trabajo penoso si pensamos que la homilía duró 36 minutos. Antes de empezar el Papa le susurra: “¿no te cansas?”. Él chico sonríe.

En el discurso alude al narcotráfico, pidiendo a los obispos mexicanos que no se queden en “condenas genéricas”, sino que afronten el problema con “coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral”. Hay que construir un pueblo que testimonie que Dios es más grande que el dinero y que el poder levantado sobre la sangre de los hermanos.

Algunos medios internacionales han recordado la denuncia que hizo el Cardenal Norberto Rivera en octubre de 2010, cuando señaló con dolor que algunos sacerdotes habían aceptado la ayuda económica del narcotráfico para levantar o reparar templos y capillas, colaborando así al blanqueo de estos fondos ilegales y podridos. Pero, sin olvidar que el demonio nos acecha a todos, centrarse sólo en estos tristes hechos no hace justicia a una Iglesia que ha perdido a 36 sacerdotes en los últimos diez años asesinados por el crimen organizado, con otros dos desaparecidos. Sólo en la ciudad de México hay 400 sacerdotes y consagrados que sufren extorsiones y amenazas de las bandas de narcotraficantes.

La Iglesia se ha puesto en primera línea de batalla. En Apatzingán, a menos de 200 kilómetros de Morelia, los que de verdad gobiernan son los criminales de los “Caballeros Templarios”; pero frente a ellos está Monseñor Cristóbal Ascencio como antes estuvo el valiente Monseñor Miguel Patiño y como sigue estando el Padre Goyo (Gregorio López). Ellos usan su cuerpo como escudo, porque saben que su vida es del Señor. Cualquier día les darán muerte, pero resucitarán y no tienen miedo.

Cristo les ha liberado y quiere liberarnos a todos del miedo a morir. Esa fe, esa esperanza, es lo único que tiene la fuerza suficiente para terminar con el crimen organizado en México y en el mundo. El dato es sencillo y hay que recordarlo siempre: la vida es eterna. Cristo ha resucitado.