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Educar: ¿es posible?

No contamos con una respuesta clara con la que afrontar la reforma del modelo educativo, ni en España ni en México ni en ningún lugar del mundo. La educación se ha convertido en un grave problema cuando se ha de formar a los jóvenes en un ambiente relativista y con un horizonte laboral confuso y cambiante.

Como sabemos, Francisco fue un profesor excelente que dejó una huella imborrable en muchos de sus alumnos y que, como Papa y anteriormente como Arzobispo de Buenos Aires, ha promovido diversos encuentros e iniciativas para impulsar proyectos educativos que nazcan de la experiencia del encuentro con Cristo, que es lo que verdaderamente enseña al ser humano quién es y cuál es el destino de su vida.

¿Cuáles son las bases fundamentales en las que está pensando el Papa cuando se refiere a la educación?

En primer lugar la educación no es un proceso mecánico que pueda resolverse a través de procesos o protocolos, sino un encuentro entre libertades. Esto significa que no puede reducirse el papel del profesor, que es quien ha recorrido una mayor parte del camino y que está llamado a comprometerse en una relación cuyo horizonte es el amor por los alumnos.

La educación es, por lo tanto, una relación humana y, como tal, está inevitablemente marcada por el conflicto, que se tiene que comprender y afrontar. A veces queremos eliminar toda posibilidad de discusión y de desencuentro a través de la proliferación de límites, que llegan a ahogar la libertad del otro: “Una educación solamente enfocada en un límite anula las personalidades, quita la libertad, apoca a la persona…”

En segundo lugar hay que educar en y hacia la verdad; pero la verdad debe tener en cuenta el lugar en el que se encuentra el otro para presentársela de manera razonable y a través del diálogo, que “no significa relativismo (…) es razón que se sirve del amor, para juntos construir una realidad cada vez más liberadora”.

Por último, se educa en y para la esperanza. Así lo afirmaba Francisco siendo todavía Arzobispo de Buenos Aires: “El único motivo por el cual tenemos algo que hacer en el campo de la educación es la esperanza en una humanidad nueva, en otro mundo posible.”

Así es: la educación, no solamente la católica, ha de tener como objetivo el despertar de un mundo más humano.