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Fe y creencia

El vocablo «fe» está en el lenguaje ordinario y en la Literatura. Se tiene fe en alguien o en algo: en la familia, en los amigos, en el médico, en la ciencia… Vienen las decepciones cuando, en quien se confiaba, defrauda. También está la Fe religiosa. Fe es fiarse de Dios, que siempre es fiel, porque es la Verdad misma, el Amor supremo.

Al que tiene Fe, también le acompaña la esperanza y la paz interior: pone su confianza en Dios Misericordioso y Todopoderoso. No se puede vivir sin fe alguna; las tentaciones más duras son las que van contra la Fe (las sufrió Santa Teresita y Santa Teresa de Calcuta, y lo ofrecían por los que no conocen el amor de Dios). A algunos,  les oigo: «envidio a los que tienen Fe». Es que la Fe da sentido a la vida y a la muerte, a todo. Pérez Galdós, en Trafalgar, escribió: «Churruca era hombre religioso, porque era un hombre superior» (Cap. 13).

Hace poco, oí a una joven ventiañera:  «la religión es muy importante». Hay quienes dicen: «yo creo pero no practico». ¿Será que confunden fe con creencia? Creer no salva. La Fe verdadera penetra en lo profundo, alegra e impulsa a un comportamiento digno, filial con Dios y fraternal con los hombres. De la Fe nace el culto divino y la caridad.  Aleccionadoras las palabras del Apóstol: «¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan (…)» (Santiago, 2; 14- 19)