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El beato Sebastián de Aparicio

No es necesario viajar a Europa para admirarse con los cuerpos incorruptos de varios santos, pues en México conservamos, con orgullo nuestro, el cuerpo del muy querido beato Sebastián de Aparicio, que se mantiene incorrupto, tras más de 400 años de muerto, dentro de un féretro de plata y cristal en la iglesia de san Francisco de la ciudad de Puebla de los Ángeles, y son muchísimos los peregrinos que viajan especialmente hasta Puebla para pedir o agradecer algún favor o milagro por su intercesión.

Sebastián nació el 20 de enero de 1502 en La Gudiña, una aldea del reino de Galicia, en España. Hijo de Juan Aparicio y de Teresa Prado, fue el tercero y único hijo varón. Milagrosamente sobrevivió la epidemia de peste negra, y luego de viajar por España desempeñando varios trabajos como labrador, y después de entregar la dote a sus dos hermanas, necesaria para sus matrimonios, se embarcó rumbo a Veracruz, a la edad de 31 años, en 1553. Luego de trabajar durante dos años en Veracruz, se instaló en Puebla de los Ángeles, la ciudad recién fundada por Fray Toribio de Benavente apenas dos años antes.

En Puebla, Sebastián se dedicó a capturar y a domar el ganado salvaje como ranchero, motivo por el que es considerado el primer charro de América. Al ver que los naturales de la región se valían de una precaria herramienta consistente en pequeños troncos delgados para sembrar sus semillas, les hizo su primer arado y les enseñó a elaborar muchos más. También manufacturó las primeras carretas a fin de aliviarles las espaldas, pues los indígenas transportaban todo en mecapales; además les enseñó a domar y domesticar a toros y caballos, mejoró los caminos y abrió el primer servicio de carruajes de transportación. Así, Sebastián de Aparicio fue el diseñador y constructor de las primeras carreteras de México: la primera, de Veracruz a Puebla; la segunda, de Puebla a México; la tercera, de México a Querétaro; y la cuarta de Querétaro a Zacatecas. Por todo esto se puede decir que Sebastián fue un civilizador, en sentido estricto.

En 1542 cambió su residencia a la ciudad de México, donde abrió el camino entre la capital virreinal y el Real de Minas de Zacatecas. Diez años después se hizo hacendado de varias tierras que compró en Azcapotzalco, Tlalnepantla y Chapultepec, y fundó la hacienda de san Nicolás.

En 1562 se casó con la hija de un amigo suyo, pero su esposa murió un año después. Dos años más tarde volvió a contraer matrimonio, pero su segunda esposa falleció a los ocho meses. No tuvo hijos en ambos matrimonios.

Luego de varios meses decidió ingresar a la orden de los Frailes Menores y se dio como Donado en el convento de Clarisas para atender como sirviente las necesidades del convento. En 1573 donó todas sus propiedades, en 1574 tomó el hábito franciscano como novicio y sirvió en el convento de Tlaltelolco. El 13 de junio de 1575 profesó sus votos y fue destinado al convento de Santiago de Tecali -cerca de Puebla- donde desempeñó oficios de portero, cocinero, sacristán, hortelano y limosnero, cargo que le hizo volver a las carretas para recorrer los poblados aledaños a la ciudad de los Ángeles, recolectando semillas, verduras, frutas y todo lo que sus pobladores le donaban para el sostenimiento del convento.

Tras una larga agonía, murió el 25 de febrero del año 1600 a la edad de 98 años. El 17 de mayo de 1789 fue beatificado por Pío VI. Su proceso de canonización está abierto y se cuenta con 968 milagros documentados en la Causa.

Sebastián de Aparicio es el Patrono de camineros y transportistas, y siempre es muy bueno encomendarse a su tutela con la siguiente oración: “Dame, Dios mío, mano firme y mirada vigilante para que mi paso no cause daño a nadie. A ti, Señor, que das la vida y la conservas, suplico humildemente que guardes hoy la mía. Líbrame, Señor, a mí y a cuantos me acompañan, de todo accidente. Haz que no me arrastre el vértigo de la velocidad para que termine felizmente mi camino; y que sea mi vehículo la prolongación de mi casa y un medio de promoción e integración familiar. Te lo pido, Señor, por los méritos de tu santísimo Hijo Jesucristo y por la intercesión del beato Sebastián de Aparicio, protector de conductores, viajeros y agricultores. Amén”.

La causa de canonización de este gran beato continúa en proceso, por lo que cualquier milagro debe notificarse al Vice-postulador en el convento de san Francisco de la ciudad de Puebla de los Ángeles.

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