Home > Espiritualidad > Tiempos litúrgicos > El Espíritu Santo

El Espíritu Santo

Homilía dominical del 4 de junio de 2017

Da la impresión de que los poderes del mundo están acabando con la Iglesia. Quizá piensan que con unos cuantos mártires más, como lo han hecho sus predecesores, desaparecerá del mundo la Iglesia de Jesucristo.

Por eso resulta interesante que la Iglesia, precisamente en medio de esta situación, nos ha escrito a todos un mensaje optimista que empieza así:

“La Iglesia rejuvenece por el poder del Evangelio, y el Espíritu continuamente la renueva, edificándola y guiándola con diversos dones jerárquicos y carismáticos”.

La obra de Dios es más fuerte que la de los hombres y pueden estar seguros de que en un futuro próximo todos los que han botado a Dios de la sociedad y se han burlado de sus mandamientos… no tendrán poder.

El Espíritu Santo sigue preparando a la Iglesia de Jesús.

¡Él es más fuerte que el maligno! Su obra es continua.

Cada nuevo cristiano recibe en el bautismo la gracia divina que lo hace hijo de Dios, hermano de Jesucristo y heredero del cielo. Al mismo tiempo recibe cuanto necesita para el crecimiento de su vida sobrenatural: virtudes teologales, virtudes cardinales, dones, etc.

Todo esto lo hace el Espíritu Santo. Por eso repetimos gozosamente:

En medio de esta sociedad, la Iglesia rejuvenece por obra del Espíritu Santo.

Vayamos ahora a las lecturas.

  • El prefacio

Nos enseña que el Padre “para llevar a plenitud el misterio pascual (envío) hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo. Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas”.

Solamente con estas palabras ya tendríamos para una meditación. Maravillosa obra la del Padre por medio de su Espíritu.

  • Los Hechos de los apóstoles

Sin duda hemos leído muchas veces lo que cuenta este libro sobre el día de Pentecostés. Leámoslo de nuevo pero tengamos en cuenta que no son tan importantes los signos externos, que eran solo una manera de llamar la atención y reunir la multitud. Fijémonos más bien en la realidad, es decir, que el Espíritu Santo llegó para santificar a la Iglesia de Jesús y la puso en movimiento irresistible a través de los siglos.

  • Salmo responsorial (103)

Nos invita a glorificar al Señor por su grandeza y las obras maravillosas que ha hecho y nos hace ver cómo el aliento de Dios crea las cosas y repuebla la faz de la tierra.

Por eso con la Iglesia repetiremos muchas veces en estos días:

“Envía tu Espíritu Señor”.

  • Carta de San Pablo a los Corintios

Nos habla de cómo toda la actividad de la Iglesia y de cada uno de los que formamos parte de ella, es fruto del impulso del Espíritu Santo y nos recuerda cómo la diversidad de dones y carismas los produce el mismo Espíritu para el bien común, es decir, para santificación del cuerpo de Cristo.

Pablo nos invita también a recordar siempre que el Espíritu Santo, como alma de la Iglesia, es un continuo impulso para vivir la unidad.

  • La secuencia

Se trata de un himno especial para este día en el que la Iglesia resalta la actividad del Espíritu Santo en las almas.

Al mismo tiempo es una ayuda para que recemos y pidamos el Espíritu Santo a quien llama con cariño: Luz, Padre amoroso, Don, Fuente de consuelo, Dulce huésped del alma…

Te invito a que, en un momento de oración en este día, personalices este hermoso poema haciéndolo oración tuya.

  • Verso aleluyático

La Iglesia hoy se hace petición. Quiere la presencia continua del Espíritu Santo de distintas formas. La más común de las cuales es tan simple como ésta: “¡Ven, Espíritu Santo!”

Pídelo tú también al Padre y al Hijo que, según la promesa de Jesús, llenen tu corazón con la luz del Espíritu que te llevará a la plenitud de la verdad.

  • Evangelio

El Evangelio de San Juan nos recuerda el momento de la Pascua en que Jesús, puesto en medio de los apóstoles, después de saludarlos con  la paz, “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.

Bendigamos a Jesucristo que con el Padre ha querido regalarnos su Espíritu para que, por muchos que sean nuestros pecados, estemos seguros de su misericordia.

José Ignacio Alemany Grau, obispo