4. Sillas Vacías
Pablo
Muttini
Navidad, tiempo de encuentro y de vida. Tiempo también
de recuerdos y añoranzas. Un homenaje a los que ya no están con nosotros.
Generalmente, y con razón, relacionamos directamente la
muerte con la Pascua. Esa es la promesa de Jesús y allí ponemos nuestro
corazón, pero hoy, me pareció muy bueno hacerles una invitación atrevida.
La noche de Navidad, un nuevo lugar en el mundo se
ocupó pero también, un espacio quedó vacío. El vientre de María, después
de un profundo dolor de parto, quedo hueco y desconcertado. Dónde había
sido albergada la Vida durante nueve meses, en un abrir y cerrar de ojos,
no quedó nada. Y se sabe, tarda un tiempo el cuerpo de la mujer en
acomodarse de nuevo.
A muchos, en nuestras familias -y es natural aunque muy
doloroso- nos ha pasado lo mismo. Sillas vacías, risas idas, manos que no
tocan, bocas que no besan, van revoloteando por la mesa Navideña y en un
punto de la noche, nos traen añoranza y angustia.
Quiero invitarme e invitarlos a vivir este momento
desde otro lugar. Poner en casa algunas sillas de más en la mesa; esas
sillas que fueron ocupadas y ahora están vacías. Sillas que simbolicen
vientres que se han ahuecado para dar lugar a una nueva vida, esa misma
que es entregada como promesa de Jesús en Pascua, pero que comienza hoy
mismo, en Navidad.
Una Navidad de parto duele. Un vientre vacío añora. Una
silla vacía es signo.
Desde el amor, nosotros también en algún momento
seremos paridos a la Vida.
Celebremos también en esta Navidad la esperanza de que
nuestros amores, que ya dejaron el vientre de la tierra, hoy viven en la
presencia de Dios. Allí son eternamente felices y desde allí, están
presentes para siempre en nuestro corazón... hasta que volvamos a vernos.
Es una promesa. Promesa de Jesús, digo.
Amén.
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