Hacia una ética de la misericordia.
Podemos incursionar en el ámbito de la vida ética a partir de las experiencias concretas de la vida diaria y, desde allí, con una mirada plena de significación, en la medida en que los hechos representan y escenifican ideas, un trasfondo ideológico, con una mirada rica en observación que recoge y analiza, vayamos de los fenómenos concretos a su pensamiento abstracto siguiendo un método fenomenológico para pensarlas en su esencia y fundamento.
Es común observar en el enfrentamiento con la vida diaria, y más si nos ocupamos en alguna transacción comercial, la falta de responsabilidad ética o moral de los individuos. Inquilinos que engañan a sus arrendadores y dan el último recibo del agua, gas o teléfono por pagar y dar por sentado que ha pagado los recibos anteriores, desalojar una vivienda con el adeudo del pago del mantenimiento de meses enteros, entregarla con profundos olores a orina de gato y cerrar el closet para que el dueño no lo perciba, o marcharse –más si el dueño se encuentra en el extranjero- dejando todo un año de adeudo del pago del gas natural entregando el último recibo por pagar.
En la vivencia de estos sucesos, uno observa la ausencia de la dimensión moral del hombre y la interpretación de ello por el “hombre de la calle” como algo común o “normal” e incluso reflexiones del tipo: “al que se deje, tranza…”como si fuera el contra precepto un precepto moral, es decir, porque sucede, se da, es normal o natural, luego, a través de la costumbre o hábito se llega a percibir como “normal”; lo cual pareciera sinónimo de algo “bueno”.
Si la experiencia parece educar al hombre en la contra-moral, es necesario educar en sentido contrario a la desvalorización de la vida humana, y mostrar sus trampas y engaños, es necesario ir del ámbito del ser y el suceder, al ámbito del deber ser.
Si la naturaleza nos va a marcar el índice del valor, el jus-naturalismo, no habrá valor, porque éste es de naturaleza cultural y espiritual, de contenido altamente ennoblecedor de la vida del hombre y rebasa el horizonte natural para ir al propiamente humano e incluso al ámbito divino.
Los valores humanos fundamentales que nos permiten ser personas y desarrollarnos en sociedad con los otros son preferibles al “sentido común” ya viciado de la corrupción y el engaño. Todavía hay razones para preferir esto o lo otro, no todo vale por igual, hay mejor y peor, y como nos mostró la Biblia existe el bien y el mal, Caín y Abel, y existe una profunda diferencia entre ellos.
Recordemos que para la filosofía griega antigua, la “contemplación de la realidad” implica ya un conocimiento, una contemplación que conoce al adentrarse en la esencia
del fenómeno, de lo contemplado.