¿Por qué no ser ecológicos también en la vida humana?
Es curioso cómo, desde mediados de los 60, nos hemos ido envolviendo en un confuso amor por lo natural hasta conseguir que la ecología, el ambientalismo y los productos naturales formen parte esencial de nuestras vidas.
Es más, el respeto, amor y devoción hacia la conservación y protección ambiental se ha convertido en el "leit motiv" de gran parte de nuestra sociedad. De tal manera que, hasta en las proclamas políticas y en los discursos empresariales y publicitarios, nos lo venden como una actitud "responsable" necesaria para cualquiera de nuestras actividades diarias.
Vayas por donde vayas, hables de lo que hables, siempre encuentras un "Pepito grillo" que te despierta la conciencia ecológica.
Si vamos al mercado, nos recuerdan la calidad y los beneficios para nuestra salud de los productos sin colorantes ni conservantes. Esto sin mencionar la reciente aparición de comida transgénica.
Si se nos ocurre -y, a las mujeres se nos ocurre- pasar por un centro de belleza, nos encontramos infinidad de productos naturales antioxidantes y desintoxicantes para adelgazar, terapias y tratamientos con cremas y aceites naturales para todo tipo de males, aunque, en muchos casos, no por ser hechas con hierbas del campo resultan más baratas.
Si tenemos que pasar por una tienda "prenatal" a comprar un simple regalo, allá por donde mires, se nos recuerda -y eso está bien – la importancia de la lactancia materna como la mejor y más natural alimentación para la crianza de nuestro bebe. Incluso te ofrecen productos naturales de higiene para el bebé, que resultan mucho "más económicos y ecológicos que los pañales desechables de celulosa".
Y esto sin contar con la vuelta a la medicina tradicional basada en remedios naturales que puedes encontrar fácilmente en las nuevas parafarmacias.
Esto de lo natural esta muy bien. De verdad. La defensa y la protección de la naturaleza nos compromete a conservar un entorno mejor y es una propuesta muy buena para todos.
Pero es en este momento donde me asalta la gran duda. ¿Por qué no ser ecológicos también en la vida humana? ¿Por qué nos emborrachamos hasta perder el sentido por todo lo natural y nos negamos a ser naturales a la hora de vivir las normas de una Ley (natural) -universal e inmutable- inscrita en el corazón del hombre como base de los deberes y derechos fundamentales de la persona y, por tanto, de la sociedad?
¿Qué es lo universalmente válido en la naturaleza humana, lo que permite al hombre discernir entre el bien y el mal, la verdad y la mentira. y que le lleva a la Felicidad?
Y es entonces, cuando la voz de la naturaleza del hombre -ese "pepito grillo" que todos llevamos dentro- nos responde que sus reglas mas preciadas son:
-No matarás
-No cometerás adulterio
-No robaras
-Honra a tu padre y a tu madre
-No darás falso testimonio (ni mentirás) contra tu prójimo.
-No desearás la mujer de tu prójimo
-No codiciarás nada que sea de tu prójimo".