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Florecillas de Benedicto XVI

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Hoy quiero compartir con ustedes unas “florecillas de Benedicto” que hacen recordar las de san Francisco de Asís.

 

Me encanta que se llame José Luis, que ese fue el nombre que le pusieron el día del bautismo el año 1927.

También es bueno saber que fue bautizado, a las pocas horas de nacer, con el agua recién bendecida en la vigilia pascual; lo que para mí explica que el Papa nos hable siempre de la alegría, la alegría profunda que procede únicamente de la Pascua que gozó apenas nacer recibiendo la presencia del Espíritu Santo.

Es bello recordar, también, la delicadeza del piloto que conducía el avión que devolvió al Papa a Roma después de su viaje a Colonia. El piloto sobrevoló el pueblo natal del Papa, Marktl Am Inn.

Por teléfono, acoplado a un equipo de amplificación, el Santo Padre habló a los dos mil habitantes que se habían reunido junto a su casa y terminó diciéndoles: “Marktl Am In está cerca de Altöting por lo que quisiera rezar con ustedes un avemaría e impartirles mi bendición”.

Desde al avión el Papa pudo ver a sus paisanos emocionados y enviándole rayitos de luz desde algunos espejos.

Hermoso que el día once de septiembre el Papa le ha regalado a la Virgen de Altoting su anillo de cardenal, recibido en 1977 y que hasta ahora lo conservaba con cariño su hermano Jorge.

No olvidemos que a esta ciudad se le llama el corazón religioso de Baviera y el corazón de ese corazón es la imagen de la Virgen.

Sabemos que estuvo también en Marktl Am In donde fue a la iglesita del pueblo donde rezó con fervor visitando luego la pila donde fue bautizado. Después pasó por la municipalidad. El Papa móvil se detuvo unos momentos ante la casa que lo vio nacer y hoy convertida en museo. El Santo Padre no descendió y se contentó con mirarla con una mezcla de nostalgia y alegría.

También es interesante el hecho de que Benedicto pasara el día trece a solas con su hermano Jorge, en la casita de Pentling donde vivió siendo profesor de Ratisbona. Almorzaron juntos y pasaron solos la tarde y juntos fueron al cementerio para visitar la tumba de sus padres y de su hermana María.

El pueblo, con sólo ciento setenta habitantes, hizo una gran fiesta y Benedicto XVI pudo bendecir un hermoso órgano que han comprado para su Iglesia.

Con los dos hermanos estuvieron únicamente Ingo y Chico, es decir, el perro y el gato, mascotas muy queridas del Papa.

Y hablando de mascotas es bonito recordar lo que la señora Teresa, que ahora tiene 82 años, cuenta: el Papa se pasaba horas enteras con la nariz pegada al cristal de un escaparate mirando un oso de peluche que luego pedía a sus padres. Un buen día desapareció el oso del escaparate y el niño lloró mucho. Hasta que, por fin, Papá Noel se lo dejó el día de navidad.

No es fácil contener la imaginación que nos lleva, de este oso de peluche, al oso de san Corbiniano que acompañó al santo, con la carga amarrada al lomo, hasta Roma. Sabemos que Benedicto XVI se aplicó a sí mismo la leyenda y ahora el oso ha quedado plasmado en su escudo pontificio.

Otro dato de esta visita es la fidelidad del señor Hofvahuer que pudiendo recibir cien mil euros para dejar a los periodistas aguaitar desde sus ventanas para sacar alguna fotografía provechando un descuido del Papa en su casa, se negó a aceptarlos porque la amistad con el Santo Padre vale mucho más.

Después de estas “florecillas” tan simples, como significativos, leamos este párrafo claro y profundo que pertenece al discurso que el Papa pronunció en la catedral de Munich el día diez de septiembre durante la celebración de vísperas. Son importanes consejos para la vida de familia que ojalá todos pongamos en práctica:

“Queridos padres, les pido que ayuden a sus hijos a crecer en la fe, les pido que los acompañen en su peregrinaje hacia la santa comunión, en su viaje hacia Jesús y con Jesús.

¡Por favor, vayan con sus hijos a la Iglesia y participen en la celebración de la eucaristía dominical!, verán que no es tiempo perdido; al contario, eso puede mantener a su familia verdaderamente unida y centrada.

El domingo se hace más hermoso, la semana se hace más bella, cuando van juntos a la misa dominical.

Y por favor, recen juntos en casa también: en las comidas y antes de acostarse. La oración no sólo nos acerca a Dios sino que también nos acerca los unos a los otros. Es una fuente poderosa de paz y alegría. La vida familiar se vuelve más alegre y expansiva cuando Dios está ahí y su cercanía se experimenta en la oración”.