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Hablemos de lo que no se puede

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¿Qué puede hacer una víbora a la que se le quitó el veneno?…
"La muerte no es una pérdida sino una ganancia: La de encontrar finalmente a Jesús y con Él la plenitud de la vida".

 

Pascual es un sacerdote que pertenece al neocatecumenado. Es peruano y chalaco por más señas. Está trabajando en África y en concreto en Costa de Marfil. Ha ido a la casa de una familia y hay un asalto. Él se pone como escudo y muere.

El obispado de Callao ha escrito al dar la noticia:

“Así fue su muerte, de la misma manera como fue su vida: una entrega total al servicio de Cristo y de la Iglesia”.

Fue san Agustín quien nos dijo: “Como sea su vida, así será su muerte” y en este caso se cumple, a la letra, gracias a Dios y a la generosidad de este sacerdote.

Manolo vive en Lima, Tiene 97 años. Está “gastadito” pero hace la vida normal.

Su esposa murió de muy avanzada edad. Cuando le preguntan si la ha echado de menos desde que murió hace tres años, él contesta: ¡Sí la recuerdo y mucho!; pero agradezco a Dios que me la dio y permitió vivir con ella  tantos años.  

A muchos les gusta llamar a la nuestra  “la sociedad del bienestar”.

En ese ambiente, lógicamente, no aceptan que se hable de la muerte, por más que diariamente asesinen miles de embriones y  fetos, es decir, seres humanos con pleno derecho a la vida.

Aun en los sitios donde, por cariño, se acompaña en los velorios, ¿qué se hace ahí?

Se habla de todo menos de la muerte y del muerto; y el “cafecito” soluciona los problemas de todas las conversaciones.

El Papa Benedicto, en este mes de noviembre (04.11.06), dedicado a los difuntos, nos ha hablado de la muerte. De la muerte cristiana llena de esperanza.

Y, ¿qué decía entonces el Papa?

Refiriéndose a la resurrección de Jesús que es nuestra propia resurrección, comentaba:

Desde entonces “la muerte no es la misma. Ha sido privada de su veneno. El amor de Dios operante en Jesús, ha dado un sentido nuevo a la existencia entera del hombre y así ha transformado también el morir”.

¿Qué puede hacer una víbora a la que se le quitó el veneno?

Poco menos que cosquillas.

Pues algo así, viene a decir el Papa, debe ser para nosotros la muerte que, pretendiendo acabar definitivamente con nuestra vida, se encuentra que a pocos kilómetros (por decirlo así) volvemos a la vida y por cierto a la vida definitiva.

Pero, dejemos que continúe enseñándonos este Papa de corazón e inteligencia fabulosos:

“Si en Cristo la vida humana es un paso de este mundo al Padre, la hora de la muerte es el momento en el cual esto se realiza en modo concreto y definitivo.

La muerte no es una pérdida sino una ganancia: La de encontrar finalmente a Jesús y con Él la plenitud de la vida.

Despojado de todo, pero revestido de Cristo, el bautizado atraviesa el umbral de la muerte y se presenta ante Dios justo y misericordioso”.

De todo esto el mismo Papa saca una conclusión:

“De la muerte del cuerpo no hay que tener miedo, nos recuerda la fe, porque es un sueño del cual seremos despertados un día!; lo que sí hay que temer es lo que el Apocalipsis llama la segunda muerte. Efectivamente, si uno muere en pecado mortal, sin arrepentimiento, encerrado en el orgulloso rechazo del amor de Dios, se autoexcluye del Reino de la vida".

Comentaba todo esto con un joven de fe y espontáneamente exclamó:

– Si es así, mejor morirse ya, para ir con Dios.

Le dije:

– Sí, ¡pero antes tienes que trabajar por la construcción del Reino en este mundo!;

Esto mismo vale para ti y para mí, amigo lector. La muerte es una enseñanza de vida.