Cada persona lleva el poder de la evangelización internamente, los jóvenes son misioneros de tierra y lengua.
Desde siempre y con justa razón actualmente los jóvenes son portadores de las mejores armas para evangelizar al mundo entero; no es cuestión única de los sacerdotes, de las monjas y monjes consagrados, sino también de hombres y mujeres con misión laica. El ser humano es sacerdote, rey y profeta; los jóvenes son los voceros de la paz, de la energía y del amor.
La evangelización no sólo se encuentra dentro de las instituciones religiosas, sino igualmente dentro de sí mismo, en la familia, en la escuela, en las reuniones sociales. Cada persona lleva el poder de la evangelización internamente, los jóvenes son misioneros de tierra y lengua, es decir, por actitud y aptitud el joven puede evangelizar en su torno, con imagen y responsabilidad.
El asunto de la evangelización dentro de la juventud, es una cuestión urgente e inmediata, requiere de la acción juvenil para llevar el encuentro con Cristo en el mundo; y así poder evitar el índice de suicidios, de drogadicción, pandillerismo, prostitución, pornografía, en donde el elemento primordial y que se encuentra ausente es el amor; a partir del encuentro en Cristo y María los jóvenes deben llevar a sus núcleos sociales el amor de Dios, el amor materno de María, y el amor que todo lo logró en su momento el de Jesús que salvó y sigue salvando al mundo.
El joven está destinado a levantar la cruz de Cristo y recorrer con ella los caminos de la Fe y la Esperanza; son luz y semilla de la tierra, lámparas que pueden llevar luminosidad a los abismos de la oscuridad, a los abismos donde el amor no ha llegado por falta de conocimiento, por falta de reencuentro con el Creador de está humanidad.
La tarea no es fácil, la tentación es el enemigo principal pero sí Dios está con nosotros quienes contra él; es una tarea de valor, de compromiso, de gravamen y de amor; la recompensa es la felicidad de trabajar juntos con el redentor.