El hombre moderno tiene ante sí un reto importantísimo: ser él mismo y no perderse en esta maremagnum de tanta técnica sofisticada.
El fenómeno más amplio y complejo de nuestros días es la rápida mezcla de gente diversa por etnia, cultura, religión y tradiciones. Estamos comprendiendo lentamente que si no se acepta al otro, por distinto que sea, se desatan conflictos, guerras, frustraciones y violencias.
Al mismo tiempo, sin embargo, sucede que todos- para vivir en paz- deben encontrar algunos principios y normas de comportamiento. Las minorías que hay en nuestra patria nos lo recuerdan cada día.
Antes de nada, es necesario que cada uno de nosotros, en la escuela, en las editoriales, las asociaciones deportivas, artísticas y culturales promuevan su conocimiento, y también mediante los medios de información.
Las confesiones religiosas deben promover este amplio proceso de comprensión. La globalización geográfica y económica, comercial y financiera llevan consecuencias que hay que estudiar para que se eviten injusticias en unos y supersatisfacciones en una minoría de poder.
No hay que maravillarse de la diversidad de lenguas y costumbres distintas a la nuestras. Al contrario, las diferencias específicas de los pueblos se están convirtiendo en riqueza común: muchos estudiantes frecuentan cursos en el extranjero, la TV es ya planetaria, los equipos deportivos son multinacionales, el turismo nos lleva a gozar de un clima bueno en el Caribe, el silencio de los desiertos, la fría amplitud de las tierras polares, los centros artísticos y históricos del pasado.
Captar a los otros es un tema clave hoy en día. Pero es muy importante que no aceptemos sólo aquello que nos satisface por su comodidad, sino que también estemos de acuerdo en algunas convicciones que deben llegar a ser un patrimonio común.
La teoría de la Alteridad en las investigaciones de nuestros pensadores modernos nos indica:
-el valor inalienable de la persona en su individualidad, cualquiera que sea, sin diferencia de raza, ceto social, religión, profesión;
-la atención al otro que se lleva a cabo con respeto, tolerancia en la aceptación de cada uno, en la participación e intercambio;
el uso de recursos naturales y técnicos puestos al servicio de una vida mucho más humana, sobre todo a favor de los más pobres, los niños, ancianos, marginados;
-una nueva cultura que tenga como base el sentido de responsabilidad, participando en la vida del propio barrio, ciudad, región o nación;
-un nuevo tipo de comunicación que difunda la historia y la cultura de los pueblos y normas éticas para nuestro tiempo.
Reto. El hombre moderno tiene ante sí un reto importantísimo: ser él mismo y no perderse en esta maremagnum de tanta técnica sofisticada. ¿Qué uso hará el ser humano de tanto avance tecnológico? De no tener mucha atención a sí mismo, puede convertirse en un robot y privarse del sol, del aire puro, los prados florecidos y de los jardines en los que juegan los niños y los adultos discuten e intercambian ideas sobre estos puntos concretos.
Porque vivir es estar juntos, hablarse, estrecharse la mano, estimarse y respetarse entrando unos con otros en relaciones no superficiales con los semejantes, sino en relaciones de fraternidad universal.
Así logrará el difícil equilibrio de ser en sí mismo y tener la capacidad de salir al encuentro con los otros en un verdadero encuentro de amistad. Es el hombre el centro y rey del universo, en la técnica.