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El hombre y los animales

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En modo alguno se ha de poner al mismo nivel del hombre el animal, aunque sí se busque un trato más respetuoso, cariñoso y hasta ecológico.

 

Desde los albores de la humanidad tenemos los humanos en nuestro entorno, a otros seres vivientes y sufrientes como nosotros, a los que denominamos irracionales.

En las primeras páginas de la Biblia aparece la superioridad del hombre sobre todo lo que existe. El Creador da al hombre la facultad de poner nombre a todos los seres vivientes, para indicar el dominio sobre ellos. Y es que, en el plan divino, los animales están supeditados al poder y servicio del hombre -único ser racional- dotado de inteligencia, conciencia y libertad. Los animales están para nuestra compañía, alimentación y abrigo.

Tras la ganadería -Caín era ganadero- el hombre primitivo se dedicó a la caza y a la pesca para encontrar en ellas el alimento necesario para su sustento. Como señal de acatamiento, agradecimiento, en todas las culturas, el hombre sacrificaba animales para hacerse propicio a los dioses. Desde siempre, en todas partes, se consideró a los animales como seres inferiores.

Al presente, llevados por una sensibilidad especial, el hombre actual rechaza todo lo que hace sufrir a los animales y se denuncian los abusos de todo tipo que se les inflige. Esto sí que es una señal inequívoca de progreso, de cultura y de civilización.

Pero en modo alguno se ha de poner al mismo nivel del hombre el animal, aunque sí se busque un trato más respetuoso, cariñoso y hasta ecológico, con estas criaturas,- que no hermanos-, tal como escribía, en frase desafortunada, un escritor de un medio nacional:"Olvidamos que ellos son nuestros hermanos". La verdad, creo que este señor se ha pasado unos cuantos pueblos en su fatua aseveración.