Home > Análisis > Categoría pendiente > El ayuno que agrada a Dios

El ayuno que agrada a Dios

Image

La abstinencia que nos propone la Iglesia, ciertamente es en cuanto a las carnes rojas y aquellas comidas por las que tenemos un gusto especial. Pero esto es sólo un signo externo, de una actitud interna.

 

A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre se ha relacionado con lo sagrado de múltiples maneras. Antes del Cristianismo y en el transcurso del mismo, en todo el mundo, hombres y mujeres de todas las edades y estratos sociales, se han agrupado en torno a muy diversas religiones. Cada una de ellas, tiene sus propias costumbres, ritos, escritos sagrados, profetas, pastores, y entre muchas otras cosas, tienen sus prohibiciones. Una de dichas religiones, tiene entre sus reglas alimenticias –de orden sagrado-, no comer carne alguna, salvo que sea de animal marino. Esta regla se observa al pie de la letra entre los seguidores, salvo (salvedad o sutileza, palabra acomodada a las circunstancias o al momento, tan latente en los católicos) en un caso muy particular. Ellos consideran la carne de jabalí, de sabor particular y muy rica, y para no faltar a la regla mencionada, le llaman: ballena de monte. Es así, que pueden comerla sin cargo alguno de conciencia.

Para nosotros, católicos y cristianos todos, este hecho puede ser intrascendente, pues no es impuro lo que entra en el hombre, sino lo que de él sale (cfr Mc 7,15) Sin embargo puede servirnos para reflexionar en este tiempo de cuaresma, que es un tiempo de penitencia, reflexión, silencio y ayuno. Todos los viernes, hasta el Viernes Santo, las carnicerías verán sus ventas a la baja. Los taqueros compraran menos tortillas por la poca clientela y en algunos casos, en conciencia cristiana, ni siquiera abrirán. Pero en la otra cara de la moneda, es una ganga para quienes venden carnes blancas y mariscos, y puede reducirse este tiempo de reflexión a una época de dieta universal.

La abstinencia que nos propone la Iglesia, ciertamente es en cuanto a las carnes rojas y aquellas comidas por las que tenemos un gusto especial. Pero esto es sólo un signo externo, de una actitud interna. Se trata de no comer carne, para gastar en algo de menor costo y así ofrecer a quienes menos tienen. Pues si usted no come carne, y gasta el triple en un filete de pescado al mojo de ajo, entonces NO es abstinencia, es cambio de dieta. Si no come nada por la mañana y en cuanto llega la hora se harta hasta el final, NO es ayuno, es represión de la tripa. Lo esencial del ayuno es la mortificación del cuerpo que es frágil, en beneficio del espíritu, que es trascendente. Estemos atentos a las recomendaciones de la Iglesia que este tiempo nos invita al silencio y la oración. Pero no olvidemos lo que dice el Profeta Isaías: “Ustedes ayunan entre peleas y contiendas, y golpean con maldad. No es esta clase de ayunos como los de hoy día, los que logrará que se escuchen sus voces allá arriba”, “¿Acaso se trata nada más que de doblar la cabeza como un junco o de acostarse sobre sacos y ceniza? ¿A eso llamas ayuno y día agradable a Yavé? ¿No saben cuál es el ayuno que me agrada?” (cfr Is 58,4-5) Preguntas que bien vale hacernos hoy día. Preguntas que el mismo profeta responde, con una actualidad cuestionante y que van acompañadas de una promesa: “Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos, y romper toda clase de yugo. Compartirás tu pan con el hambriento, lo pobres sin techo entraran en tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda al hermano. Entonces tu luz surgirá como la aurora y tus heridas sanaran rápidamente. Si en tu casa no hay más gente explotada, si apartas el gesto amenazante y las palabras perversas, si das al hambriento lo que deseas para ti y sacias al hombre oprimido, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volverá como la claridad del mediodía” (cfr Is 58, 6-10) Ojala queridos hermanos, ojala querida Diócesis, que Dios nos conceda –y pidamos con una santa terquedad- una radical conversión hacia Él, y traspasemos el ámbito de la época y la tradición. Dios les cuide.