En televisión abundan los médicos o los alumnos rebeldes, incluso hay supernannies, pero inexplicablemente no hay un solo docente como personaje central.
Aunque el apodo de “Profesor House” es reciente, hacía años que le admiramos por su pericia profesional y le toleramos sus cáusticas críticas. Este educador existe y se mantiene en activo, por lo que alteramos algunos datos descriptivos a fin de proteger su identidad, pero todo este relato está basado en hechos reales y describe situaciones inverosímiles… pero verídicas. “Pr. House” representa una tipología abundante entre el profesorado, sólo que con unos caracteres tan marcados y extremos que lo convierten en un paradigma de la profesión.
Su vena ácida es padecida por el alumnado indolente o por quienes no merecen ser reconocidos como colegas suyos. Por desgracia, su incisiva mordacidad se explicita también ante sus superiores menos competentes, lo que le ha impedido progresar. Por último, sólo quienes pertenecemos a su círculo de amistad conocemos sus más acerbas y punzantes sátiras sobre el desinterés de los políticos por la educación, o la ligereza periodística con la que se trata la complejidad del sistema educativo.
En su labor cotidiana “Pr. House” actúa en equipo, y para ello cuenta con un excelente grupo de colaboradores, quienes le aprecian tanto como le temen por sus inopinadas salidas de tono. Habitualmente, nuestro “House” funciona en paralelo con una inapreciable socia, una mezcla en la sombra de las doctoras Allison Cameron y Lisa Cuddy, de inmenso talento personal que modera y amplifica la leyenda de su inefable colega.
El historial de asuntos tratados y superados por “Pr. House” es incalculable, con éxitos tan sorprendentes como desconocidos. Su especial olfato de diagnóstico como especialista pedagógico ha resuelto favorablemente misterios discentes, estableciendo modelos de aprendizaje para alumnado problemático, inmigrante o de minoría étnica, o límite de educación especial. En este ámbito, ha llegado incluso a revelar algunos superdotados entre los mayores fracasados escolares.
Por razones de secreto profesional, no es posible relatar cómo aborda y soluciona realidades espinosas, algunas en situaciones realmente desesperadas y desesperantes. En cierta ocasión, le vimos intervenir en una circunstancia muy enmarañada, donde se había implicado todo tipo de instancias familiares, académicas, médicas, sociales y judiciales, sin haber encontrado una senda de esperanza. Su experiencia nos descubrió un modelo de respuesta eficaz, que posteriormente se ha aplicado como protocolo en una determinada casuística de bullying, acoso escolar entre iguales. Recuerdo vívidamente aquel día, en el que llegué a pensar: “Hoy ha salvado dos vidas humanas”. Este suceso me trae a la memoria otros casos, algunos de ellos sumamente singulares, que merecerían una completa serie televisiva… (Continuará, quizá…).