Desde la primera vez que los escuché, me causaron extrañeza esos pasajes del Evangelio en los que los demonios se ponen a argüir y a transar con Jesús.
Desde la primera vez que los escuché, me causaron extrañeza esos pasajes del Evangelio en los que los demonios se ponen a argüir y a transar con Jesús.
Al llegar a la otra orilla […] vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros […] Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» […] Y le suplicaban los demonios… (Mt. 8, 28-31). «… Te suplico que no me atormentes.» (Lc 8, 29).
Es muy curioso. El demonio, que no tiene la menor noción del respeto o de la convivencia, ni la menor intención de practicarlas, ni quiere saber nada de Jesús, se pone a exigir concesiones, a reclamar derechos, se indigna ante la presencia y la voluntad de Jesús.
Hoy encontramos hombres y mujeres que también reclaman sus derechos: el derecho a decidir (léase derecho a matar), el derecho a la libertad (léase derecho al libertinaje sexual), el derecho a la realización de sus proyectos, el derecho al ejercicio de su sexualidad (léase promiscuidad), el derecho a la libertad de expresión (es decir pornografía), el derecho a la libre elección de género (es decir homosexualidad), el derecho a la educación y a la información (es decir ataque a la moral y a la patria potestad), el derecho a la salud (es decir, a que entre todos paguen por mis abortos), el derecho de los niños a conocer el mundo (es decir derecho de los adultos a la pederastia)… y se ofenden contra la Iglesia Católica porque defiende la vida y la moral sexual y la autoridad de los padres y la educación en valores, y exigen que se calle, porque está atentando contra los derechos humanos.
Hace unos días, Juan Ramón de la Fuente (el flamante rector de la UNAM que estuvo a 250,000 votos de ser convidado a la secretaría de gobernación), cuando se le preguntó su opinión sobre el aborto respondió: “la democracia o es laica o no es democracia”. Pero ¿es que alguien le preguntó sobre democracia o sobre laicismo? El señor De la Fuente, con su acostumbrada paranoia anti-religiosa, dejó bien sentado que no quiere comprometerse con una respuesta directa, pero por lo pronto deja bien claro que el derecho a la religión debe ser abolido porque atenta contra la democracia.
El contexto es diferente pero la situación es la misma: Aléjate de mí, Jesús de Nazaret, aléjate de mí, Iglesia Católica, porque sé quien eres y no me acomoda tu doctrina ni me conviene tu presencia. ¿Qué tengo yo contigo? ¡Cállate! Solamente quieres hacerme sufrir.
La curiosa escena de Jesús con el demonio la vemos repetirse todos los días, sólo que con un demonio mucho más fuerte y 2,000 años más astuto.
Y por cierto, la respuesta que dio Santiago Creel al señor De la Fuente es de antología: «El laicismo no significa la exclusión de las religiones, tampoco que las creencias se acallen con la intolerancia; laicismo significa sobre todo que se expresen todos los puntos de vista de carácter religioso, todos los puntos de vista de las creencias que tiene el pueblo de México, que son diversas y hay que reconocerlo. El laicismo es lo que protege las distintas visiones, expresiones y creencias religiosas del pueblo de México.»