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¿Aún hay quién se convierte?

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“Hoy por hoy los casos de gente que a través de la fe le dan un feliz giro a su vida siguen sucediéndose”. Jorge Enrique Mújica expone casos actuales de conversos al cristianismo y recuerda algunos nombres de los grandes casos del siglo XIX Y XX.

 

Se hace grande eco de que el cristianismo está a la baja. Se hace pensar que creer es cosa de gente retrógrada o estancada en el pasado. A la religión se le suele poner la objeción de que carece de razones, de que priva de la libertad… Nada más lejano de la realidad. Hoy por hoy los casos de gente que a través de la fe le dan un feliz giro a su vida siguen sucediéndose. Las conversiones siempre han interpelado a la humanidad; quizá sea ese el motivo por el que algunos periódicos, canales de televisión, sitios de Internet y programas de radio les dediquen pocos espacios. Allá ellos. Lo cierto es que las conversiones están a la orden del día; siguen siendo una constante en la historia; una línea invariable que hunde sus raíces en la aparición del cristianismo y que se alarga hasta nuestro presente.

Vueltas a la fe en Cristo

Tres casos que han impactado recientemente a la sociedad han sido los de William “Bill” Murria, Francis Beckwith y Norma McCorvey. El primero es hijo de Madelyn Murria O´Hare, militante y atea radical asesinada en 1995, quien consiguió que las cortes de Estados Unidos suspendieran las oraciones en las escuelas públicas. William lidera la Coalición por la libertad religiosa y fue uno de los críticos más sonados de la labor de su propia madre.

Francis Beckwith fue hasta hace poco el presidente de la Sociedad Teológica Evangélica, cargo al que renunció para regresar al seno de la Iglesia en la que creció: la católica. El camino de regreso de Beckwith comenzó tras leer a los Padre de la Iglesia y constatar “que la Iglesia primitiva es más católica que protestante y que la visión católica de la justificación, correctamente comprendida, es bíblica e históricamente defendible”. Una conversión, podríamos decir, de cariz intelectual.

El caso de Norma McCorvey no deja de llamar la atención: hace 34 años su caso sirvió para legalizar el aborto en Estados Unidos. Embarazada en 1970, inventó haber sido violada por una banda de pandilleros. Mientras se litigaba su caso ante la Corte Suprema nació su bebé que luego fue dado en adopción. De la triste experiencia como empleada en una clínica abortista y ante la maternidad de otra de sus hijas halló una luz que le llevaría al inicio del camino de conversión. En 1987 salió a la luz la verdad. No había sido violada, conocía al padre de su primer bebé y, posteriormente, en 1998, se convirtió al catolicismo: "Sí, ahora soy claramente pro vida y católica cien por ciento y si una mujer me dice que va abortar le diría que hablara con su corazón y su sacerdote; después, que busque a una mujer que ya haya abortado y que le pregunte qué tal le fue".

Ahora está volcada a ayudar en el movimiento pro-vida. "Trato con muchas mujeres que han abortado y que ahora conocen al Señor y se han convertido. Todas me dicen lo mismo desde hace varios años: Norma, si hubiéramos sabido ahora lo que sabemos ahora, nunca habríamos abortado", ha declarado recientemente.

Cambio de religión

Ahí está también el caso de Nidal Ranatunga, ex principiante de monje budista y ahora primer sacerdote srilankés de la Orden de san Camilo. Atraído por la belleza del perdón y la alegría de servir a los demás emprendió su camino hacia el cristianismo. Su andar fue sencillo: quinto de seis hermanos nació en una familia budista pobre. Tras la muerte de su padre fue acogido para el servicio doméstico por una familia católica ya que su madre no podía mantenerlo. Ahí comenzaría su deseo de hacerse monje budista pero por curiosidad empieza a ir a escondidas a la parroquia y después de algún tiempo, como el mismo declaró a la agencia “Asia News”, “me encontré, con estupor, rezando a la Virgen”.

Tras cinco años volvió a su hogar y, tras seis meses de catequesis, fue bautizado. La vocación fue un paso natural. Llegó a Italia en 1992 y en san Giovanni Rotondo conoció a los religiosos de la orden de san Camilo. En 1994 ingresó en esa Orden y fue hecho sacerdote en 2004. Ahora es el padre Maximiliano Ranatunga y trabaja como uno de los seis capellanes del hospital san Camilo en Roma además de atender a la comunidad de cingaleses que viven en esa ciudad.

Conversos homosexuales

Quizá el caso más conocido sea el del famoso escritor Oscar Wilde (autor, entre otros grandes libros, de “El retrato de Dorian Gray”). Pero hay otro que vale la pena rescatar y recordar: el del también escritor, aunque éste italiano, Pier Giorgio Tondelli.

Pier Giorgio, declaradamente homosexual, aunque ya converso hacia el final de su vida, dijo que la castidad “es una virtud mística para todos aquellos que la han elegido, y quizá el uso más sobrehumano de la sexualidad […] quien ama a la vida no es el libertino sino el monje, porque este último busca el absoluto”. Pocos días antes de fallecer dejo unas notas conmovedoras que reflejaban el discurso hacia el que se decantó su vida: “Sólo salva el Amor, la fe y la recaída de la Gracia”.

Científicos que dan testimonio

El “gremio” de los científicos tampoco ha dejado de tener sus representantes. Ciertamente el profesor Lejeune, figura emblemática del científico comprometido en la defensa y respeto a la vida, no fue un converso. Sin embargo su testimonio de vida bien nos hace recordar que gracias a ejemplos como el suyo es que se pueden dar las conversiones de otros. El profesor Jerónimo Lejeune fue quien descubrió el gen de la trisonomía 21 causante del síndrome de down. Profesor de genética, consejero científico, ferviente católico, primer presidente de la Pontificia Academia para la vida y, de no ser por su postura antiabortista, casi premio Nobel, fue ninguneado por quienes vieron en él a un opositor al aborto.

Giros de 180 grados: intelectuales, escritores, religiosos, ateos…

Hay más casos que por espacio no podemos abordar uno a uno. A continuación hacemos un breve repaso por algunos países que tanto en el siglo XIX como en el XX conocieron una estela de conversiones aún hoy recordadas. En el caso judío, si bien no todas fueron conversiones al catolicismo (sobre todo al protestantismo, casos que van desde el del filósofo Max Scheler, pasando por la mediocridad del poeta Heine o la familia Wittgenstein, hasta Edmund Husserl), sí hubo algunas realmente significativas y profundas por la radicalidad de aceptación de la nueva fe abrazada. Los judíos son la veta más pequeña pero los hubo. Nombres como los de Eugenio Zolli, ex gran rabino de la sinagoga de Roma, Jean Mariae Lustiger, actual cardenal emérito de París, Novak o el ex “rey del aborto”, Bernard Nathanson, son populares.

En el ambiente francés son célebres las conversiones de grandes hombres como el luego P. Lacordaire (a quien va unida la reforma de los dominicos en Francia y una intensa actividad apostólica) o la de poetas, pensadores, novelistas y dramaturgos del calibre de Charles Peguy, Paul Claudel, Jacques y Raissa Maritain, Gabriel Marcel, Max Jacob, Leon Bloy, Charles du Bos, Jean Cocteau, Huysmans, Julián Green… o de científicos como Alexis Carrel y Pierre Lecomte; militares como Carlos de Foucault; teólogos como Louis Brouyer y escritores como André Frossard.

En Inglaterra el apellido por antonomasia es el del otrora cardenal Newman. A él se le unen nombres como el del historiador Charles Dawson o de escritores como G. K. Chesterton (cuya causa de beatificación ha sido introducida) y C.S. Lewis (éste último sólo abrazaría el anglicanismo). Los clérigos intelectuales, filósofos, novelista y actores que migraron del anglicanismo al catolicismo son numerosos: Hugo Bensos, Ronald Knox, Graham Green, Muriel Spark, Gerard Manley Hopkins, Edith Sitwell y Sir Alec Guinnes; o qué decir de Frederic Copleston, hecho incluso jesuíta, y Thomas S. Eliot quien se acerca al anglicanismo.

En el contexto alemán suenan los nombres de Eric Peterson y Heinrich Schlier, dos profesores luteranos de Sagrada Escritura integrados luego en la Iglesia católica. De la escuela fenomenológica de mediados del siglo pasado se dieron dos integraciones al catolicismo, Edith Stein (véase nuestro breve artículo en el siguiente enlace) y Von Hildebrand, y una doble al cristianismo luterano, el matrimonio Reinach. Del mundo de la literatura proceden Gertrud von Le Font, el novelista Alfred Doblin, el de premio nobel Ernst Junger o el autor del libro entrevista al entonces cardenal Joseph Ratzinger, “Dios y el mundo”, Peter Seewald.

En el mundo hispano los nombres no dejan de sernos familiares y, si cabe, más cercanos: Juan Donoso Cortés, Manuel García Morente (luego ordenado sacerdote), Carmen Laforet, Ernestina de Champourcin (convertida durante su exilio en México) y Ramiro de Maeztu. En Italia destacan las conversiones del escritor Vittorio Messori, la del empresario Leonardo Mondadori, la de la princesa Alessandra Borghese, la de la novelista Susanna Tamaro o la del vaticanista de la prensa laica Domenico del Rio quien había abandonado el sacerdocio y recuperó la fe por el testimonio de Juan Pabo II.

Los números

La artimaña de atacar al catolicismo desprestigiándolo es una técnica más del milenario intento de hacerla sucumbir por intereses diversos. Sin embargo la búsqueda de hacerla aparecer como algo anticuado y propio de civilizaciones y culturas atrasadas no ha logrado medrar el ánimo de quienes se acercan con pureza de intención a ella. Ciertamente no es el mero encuentro con una institución humana; es, ante todo, el encuentro con el Dios vivo y personal que sale al encuentro. Un Dios que sólo existe en el cristianismo porque es el único Dios verdadero.

Según el anuario presentado por la Oficina Central de Estadística de la Iglesia, editado por la Librería Editrice Vaticana, los católicos aumentaron de 1,045 millones en 2000 a 1,115 millones en 2005 (17,28% de la población mundial). Y el aumento no ha sido a golpe de espada, metralla o imposiciones legislativas (al revés, incluso pese a ellas). El catolicismo sigue atrayendo por la verdad que entraña, defiende, promueve y trata de transmitir a quienes están abiertos a conocerla. Los que se han abierto, a través de un proceso intelectual o con la sencillez propia de los niños, han cambiado sus vidas, se han convertido, pues ante la Verdad uno no puede permanecer indiferente y no se da otra consecuencia lógica que la del sucumbir con docilidad.