Home > Análisis > Categoría pendiente > ¿Hay irreligiosidad en las familias y en la sociedad?

¿Hay irreligiosidad en las familias y en la sociedad?

Image

Si aceptamos que hay irreligiosidad en las familias, aceptamos que la hay en la sociedad, y si esto es así, pues también habremos de notar que nuestra sociedad se encuentra en crisis.

Hacia el año de 1842 el filósofo y sacerdote Jaime Balmes escribía lo siguiente: «Un individuo puede ser irreligioso; la familia y la sociedad no lo serán jamás. Sin una base donde pueda encontrar su asiento el edificio social, sin una idea grande, matriz, de donde nazcan las de razón, virtud, justicia, obligación, derecho, ideas todas tan necesarias a la existencia de la sociedad como la sangre y el nutrimiento a la vida del individuo, la sociedad desaparecería; y sin los dulcísimos lazos con que trataban a los miembros de la familia las ideas religiosas ésta deja de existir, o, cuando más, es un nudo grosero, momentáneo, semejante en todo a la comunicación de los brutos.»

Sorprendente. Ya hace un siglo y medio alguien era capaz de avizorar un estado de cosas como en el que probablemente vive la sociedad del siglo XXI. Si aceptamos que hay irreligiosidad en las familias, aceptamos que la hay en la sociedad, y si esto es así, pues también habremos de notar que nuestra sociedad se encuentra en crisis. Sobran ensayos y estudios que proclaman el fin de la Historia, de la familia, de la sociedad tradicional y hasta la muerte de Dios. Basta leer un poco a los nihilistas y a los impulsores del llamado posmodernismo. Eso en el terreno intelectual.

En el ámbito mediático basta con ver la televisión. Sobre los efectos que produce ésta tenemos el exceso y el descontrol de los contenidos pobres en racionalidad y altísimos en manipulación, estereotipos, uniformidad, etc., Hay también infinidad de estudios al respecto. Quizás el más célebre estudio sea el de Giovanni Sartori (Homo videns. La sociedad teledirigida.) Lo importante ahora es hacer notar que hay un estado de cosas actual en el que ya parece haber ausencia de esa idea a la que Balmes se refiere.

Si la idea de razón que la sociedad tiene se reduce al pronunciamiento de la “voluntad popular” confundida con la democracia, lo que tenemos son manifestaciones como los linchamientos; o políticos diciendo que no desobedecen la ley si hay miles de personas que se manifiestan en su favor.

Si de la virtud ya ni siquiera se habla en las escuelas ni en los demás ámbitos de la sociedad, no existe la determinación de cultivarla, buscarla, entenderla o promoverla. Tristemente la educación en la virtud —si puede llamarse así— se reduce a la promoción de ciertos valores del “laicismo” de los que están plagados los programas educativos y cuya procedencia no está fundada en la idea de Dios o la religiosidad. Les falta la dimensión trascendente en su raíz.

Igualmente, las ideas de justicia, obligación y derecho no están fundadas en nada que tenga que ver con Dios. Peor aún, se confunden y tergiversan. Hoy se piensa que el derecho, los derechos, no implican obligaciones, de ahí que exista la violencia cuando se reclama un derecho, pero el silencio y la irresponsabilidad para acatar a un deber. Por ende también se piensa que la justicia no se merece, ni se consigue, sino que se adquiere naturalmente, sin esfuerzo.

Y ahí estamos los cristianos: con el reto cada vez actualizado de dar testimonio. La familia cristiana sólo prevalecerá si se observa eso que Balmes plantea y que en cada momento nuestro Papa y nuestros pastores nos siguen recordando: la familia debe ser el ámbito donde se transmitan y se cultiven los valores que por muchos siglos han distinguido al cristianismo, motivados por el mandato del amor hecho por Nuestro Señor Jesucristo.

Julián Hernández Castelano (México)