El tiempo se ha escapado de las manos de muchos, y los relojes ahora controlan al hombre, lejos de ser una herramienta para medir sus actividades, ese mecanismo que toca un segundero constante, ahora es el controlador de la vida de muchos.
En una reunión de pronto se escuchó una frase que sorprendió incluso a sus interlocutores: las cosas que deberíamos de hacer más seguido, y es que en ese mismo instante todo lo que estaba agilizado se congeló, ante tan frío diálogo.
Y es que suena una tanto existencialista reflexionar que en la actualidad el tiempo requiere de tiempo para atender las pequeñas cosas de la vida, y evitar caer en el lapsus del hombre zombie, es decir, el que tiene un horario fijo con actividades fijas que realizar todos los días, y le es incapaz de detenerse en medio de un parque y observar que sucede alrededor, ya no tiene tiempo para releer los libros que le hicieron estremece, caminar de la mano de alguien, comer un malvavisco, charlar debajo de un farol o preguntar cómo van las cosas en casa.
Está realidad es más inmediata de lo que suena, muchas familias se encuentran en la crisis de “no tenemos tiempo para hablar”, “las actividades del diario me agotan”, “necesito dormir un poco más, y eso lo puedo hacer sólo los domingo”, etcétera. El hombre <moderno> se ha hecho tan esclavo de lo cotidiano y de lo urgente, que ha olvidado lo importante de la vida; muchos matrimonios jóvenes consideran que han llegado en un momento de sus vidas donde ya no hay nada nuevo que platicar o conocer, porque los pretextos que sobresalen son infinitos, entre la materialidad para dar un paseo siempre está esa aparente necesidad de tener dinero para ir a la plaza comercial, e incluso consideran que su matrimonio se encuentra en una conflicto porque el trabajo los absorbe y no “tienen tiempo de contar cómo se encuentran”.
El tiempo se ha escapado de las manos de muchos, y los relojes ahora controlan al hombre, lejos de ser una herramienta para medir sus actividades, ese mecanismo que toca un segundero constante, ahora es el controlador de la vida de muchos. Los minutos que pueden restar a las actividades que dejan para la publicidad entre una telenovela o un programa de entretenimiento, y sí acaso ese tiempo se aprovecha es para comentar lo que la televisión está reproduciendo en sus contenidos. Al igual que los jóvenes que se encuentran pegados de frente a la computadora e Internet, sólo cuando ya los gritos son sumamente fuertes, deciden con una calma incipiente ir a ver para qué se les <requiere>.
Lamentablemente las actividades que los seres humanos hacen actualmente, ha absorbido el tiempo para saber qué esta sucediendo alrededor, quienes tienen la posibilidad de ir en auto al trabajo van absortos por la música, quienes viajan en medios colectivos, aprovechan para dormir o jugar con el móvil, ya nadie mira al otro, ya no se reconocen, están al pendiente de lo que el segundero está dictando, y es el tiempo quien grita a grandes voces ¡necesito tiempo para mi tiempo! Es momento de dar un alto a esta vida acelerada que llevamos, es momento de seguir contraponiendo miles de pretextos para poder conversar, para ver una película en familia, es momento de detener el tiempo de las múltiples actividades, para darle tiempo al hombre que se ha perdido en la materialidad de la vida.
María Velázquez Dorantes (México)