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Misión Ad gentes

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El Camino Neocatecumenal, ese carisma nacido en la Iglesia a la par del Concilio Vaticano II, con aprobación de la Santa Sede ha iniciado una nueva "misión ad gentes".

Javier Algara Cossío (México)

Algunas palabras del discurso papal durante la audiencia del 7 de febrero pasado, en el que habló de Aquila y Priscila, el matrimonio amigo y colaborador de san Pablo en la evangelización, invitan a meditar sobre el apoyo de los seglares en esa tarea, y sobre algunas nuevas formas de realizarla en las circunstancias actuales. Menciona Benedicto XVI que en los primeros tres siglos de la Iglesia no existían los templos cristianos; eran, al inicio, las sinagogas, y luego los hogares de los fieles los sitios que servían para que los fieles se reunieran a orar, a celebrar la fracción del pan y a escuchar la predicación. Los hogares fueron las primeras "ecclesiae". Y entre ellas seguramente destacaba la que se reunía en casa de Priscila y Aquila. Y el Papa añade, agradecido de la cooperación de los seglares: "Para arraigar en la tierra del pueblo, para desarrollarse ampliamente, era necesario el compromiso de estas familias, de estos esposos, de estas comunidades cristianas, de fieles laicos que ofrecieron el "humus" al crecimiento de la fe. Y sólo así crece siempre la Iglesia". Irónicamente, las condiciones de secularización y descristianización de nuestros días han hecho que miles de los templos que ocuparon el lugar de esas iglesias hogareñas a lo largo de los siglos posteriores, estén hoy vacíos y ya en ellos no se celebre la liturgia ni se proclame la Palabra. En Alemania, por ejemplo, se han debido vender varios centenares de templos, que serán transformados en oficinas, discotecas, etc. Los territorios que eran fecundos semilleros de fe y de misioneros son ahora áridas tierras de misión. Y hay que empezar de nuevo a evangelizarlas desde los hogares.

El Camino Neocatecumenal, ese carisma nacido en la Iglesia a la par del Concilio Vaticano II, con aprobación de la Santa Sede ha iniciado una nueva "misión ad gentes", enviando a algunos miembros de sus comunidades a establecerse en los sitios más descristianizados de Europa para que, a imitación de Priscila y Aquila, presten sus hogares para que en ellos se predique y se celebre, y se empiecen a dar allí los signos de amor que tanto llamaban la atención de la gente en los inicios del cristianismo. Chemitz, en la antigua Alemania del Este (donde el comunismo cerró todas las iglesias que había y descristianizó la sociedad), Ámsterdam, en Holanda, Aviñón, Tolón y Marsella, en Francia, son los primeros destinos de estos enviados, que se marchan a esos sitios llevándose a la familia y dejando lo que tienen, acompañados de presbíteros que junto con ellos darán forma a esas incipientes comunidades. Se trata, en otras palabras, de un verdadero proceso de implantación de la Iglesia.

Hasta este momento, únicamente han sido enviados unas diez familias y un puñado de presbíteros, pero la lista de espera de voluntarios ya suma 3,000. La historia se repite. El Espíritu Santo no deja de actuar en la Iglesia. Dios quiera que esta nueva misión "ad gentes" sirva para que de allí surjan los primeros brotes de lo que esperamos sea una nueva cristiandad, vigorosa, dócil al Espíritu Santo, que transforme los valores de la sociedad y la cultura.