Ese es el secreto de los santos. Vivir en la presencia de Dios. Por eso se abandonaron en los brazos del Padre. Fueron pobres y nada les faltó.
Claudio de Castro (Panamá)
La verdad, debo reconocerlo, he perdido tantos años de mi vida, en una búsqueda que al final me llevó al punto de partida: “Dios”.
Siempre estuvo allí. A mi lado. Al alcance de la mano.
Siempre me consoló y me animó, como un padre bueno y una madre llena de ternura.
Dios ha estado presente en mi vida y la tuya.
Cómo es posible, me dije, qué te busqué y, estabas siempre conmigo?.
No supe reconocerte Señor. A pesar de tantas señales y gracias.
Eres tan bueno con nosotros. Con todos.
Hay una frase del Papa Benedicto XVI que me encanta:
“Quien vive en las manos de Dios, siempre cae en las manos de Dios”.
Ese es el secreto de los santos. Vivir en la presencia de Dios. Por eso se abandonaron en los brazos del Padre. Fueron pobres y nada les faltó.
Me pregunto qué circunstancia te impide dar el salto. Empezar a confiar en Dios. Dejarlo actuar en tu vida. Acercarte arrepentido y pedirle perdón.
A veces me da por pensar en San Francisco de Asís corriendo por los bosques, gritando con lágrimas en los ojos:
“El Amor no es amado” “El Amor no es amado”.
Cuánto amor ha tenido Dios con nosotros. Y de qué forma le pagamos.
Creo que es hora de ser agradecidos con Dios. Mostrarle nuestro amor de hijos. Y procurar ser santos, para tenerle contento.
“Señor, ¿quién puede residir en tu templo, hospedarse y habitar en tu monte santo? El que procede honradamente, y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia. El que no hace mal al prójimo ni habla mal de él….” (salmo 15)
Querido Dios: Danos una chispa de tu amor, para amarte más cada día. Que tú seas el centro de nuestra vida.