La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una “prueba” de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro “todavía-no”. El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras.
Por María del Pilar Gpe. Gómez (México)
“La fe es hypostasis –sustancia- de lo que se espera y prueba de lo que no se ve” Hb. v.1 (1)
Tomás de Aquino, en la Summa Theologiae al usar la terminología de la tradición filosófica en la que se hallaba, explica esto así: “…la fe es un habitus, es decir, una constante disposición del ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve.” (2)
Por la fe, nos explica el Papa, de manera incipiente, en “germen” ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera. Y precisamente porque la realidad misma ya está presente, esta presencia de lo que vendrá genera también certeza: esta “realidad” que ha de venir no es visible aún en el mundo externo (no “aparece”), pero debido a que, como realidad inicial y dinámica, la llevamos dentro de nosotros, nace ya ahora una cierta percepción de la misma.
Benedicto XVI nos hace ver entonces la diferencia con el protestantismo:
“A Lutero, que no tenía mucha simpatía por la Carta a los Hebreos en sí misma, el concepto de “sustancia” no le decía nada en el contexto de su concepción de la fe. Por eso entendió el término hipóstasis/sustancia no en sentido objetivo (de realidad presente en nosotros), sino en el sentido subjetivo, como expresión de una actitud interior y, por consiguiente, tuvo que comprender naturalmente también el término argumentum – de la traducción latina- como una disposición del sujeto” (3) “Est autem fides sperandarum substantia rerum, argumentum non apparentium”, la fe es la “sustancia” de lo que se espera; prueba de lo que no se ve.
Esto, a mi juicio, es de suma importancia, pues marca una diferencia significativa con nuestros hermanos protestantes, es decir, si para la fe católica tener fe es poseer objetivamente lo que se espera, tenerlo ya en nosotros, “creer en” implica poseerlo, tenerlo como realidad presente; sin embargo para el protestante implica una realidad subjetiva, un poco en el sentido de la diferencia-discusión realismo-idealismo, esto es, para el segundo la realidad es la realidad pensada, interpretada por un sujeto mientras que para el primero es la realidad en sí independientemente del sujeto. De donde para el protestante existe la interpretación personal de las Sagradas Escrituras y para el católico existe la exégesis de los especialistas que, en el contexto de la Iglesia nos puede enseñar a develar las Sagradas Escrituras y podemos leerlas, entenderlas y “escucharlas” en este contexto. Por lo que, a mi entender, se ha caído en tantas desviaciones e interpretaciones erróneas como las que se basan incluso en los libros apócrifos, que tanto circulan en las librerías y ofertas editoriales al alcance de cualquiera.
Explica el Papa cómo esta interpretación se ha difundido también en la exégesis católica del siglo XX en Alemania, así, la traducción ecuménica del Nuevo Testamento en alemán, aprobada por los Obispos dice:
“Glaube aber ist: Feststehen in dem, was man erhofft, Überzeugtsein von dem, was man nicht sieht” (fe es: estar firmes en lo que se espera, estar convencidos de lo que no se ve).
Para Benedicto XVI esto no es erróneo, pero no es el sentido del texto, pues el sentido del texto griego (elenchos) no tiene el valor subjetivo de “convicción”, sino el significado objetivo de “prueba”. Por lo que la exégesis protestante reciente ha llegado con razón a un convencimiento diferente.
“Ahora ya no se puede poner en duda que esta interpretación protestante, que se ha hecho clásica, es insostenible”. La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una “prueba” de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro “todavía-no”. El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras.” (4)
Sabemos que “la fe mueve montañas”, que si nos encomendamos a la Virgen, al Sagrado Corazón de Jesús, a Santa Benedicta de la Cruz, etc., si los traemos al presente como realidad viva con la que podemos dialogar, ellos influyen en nuestra vida. Les pedimos su intervención en nuestra vida y su existencia –invisible- nos transforma, nos modifica en nuestro modo de ser y de pensar, nos enseña, alienta, acompaña, reconforta y protege.
Lo explicado y profundizado por el Papa es ni más ni menos que la vivencia misma de los cristianos al entrar en relación con las realidades trascendentes, con los santos de nuestra devoción, con la Divinidad representada en una imagen- el Sagrado Corazón de Jesús-, con la Santísima Trinidad, con San Antonio o San Agustín.
El cristiano espera en la resurrección y vive la resurrección de Jesucristo cada año como una realidad presente y perenne. La fe nos permite tener la vivencia más profunda de los grandes misterios, volar más allá de la razón, aunque ayudados de ésta, por supuesto.
(1) San Pablo,Carta a los Hebreos, 11,1.
(2)Benedicto XVI, Carta Encíclica SPE SALVI, p 5.
(3) Idem.
(4) H. Köster: Th WNT VIII (1969), 585., citado por Benedicto XVI .