No sabes cuántas veces al día te recuerdo, no te imaginas cuántas veces he platicado sobre ti, no solamente lo buena hermana que fuiste, sino lo grandiosa madre que demostraste ser.
Hola Meli:
No sabes cuántas veces al día te recuerdo, no te imaginas cuántas veces he platicado sobre ti, no solamente lo buena hermana que fuiste, sino lo grandiosa madre que demostraste ser. Y ¿sabes por qué? Porque yo pensé que solamente en las películas pasaba estas cosas… No sé si algún día pudiste imaginar cuánta gente te quiso, cuánta gente te sigue recordando y cuánta gente te extraña.
Todo lo que hiciste se parece tanto a la película que en varias ocasiones tuve oportunidad de ver “La vida es bella”. En serio que lo que pasaste, lo que aguantaste, todo lo que soportaste, todo esa fortaleza que demostraste, es algo increíble; únicamente porque lo viví cerca de ti, puedo creerlo.
¿Sabes? Me gustaría mucho compartir esa experiencia con los demás, porque hay tanta gente que te conoció y nos ha expresado lo “ÚNICA Y ESPECIAL” que fuiste… desde siempre. Tu particular sentido del humor, tu optimismo, tu interés por los demás, tu desinterés por las cosas materiales, nunca te escuché decir no a algo, a pesar de tantas cosas que pasaste, siempre pusiste tu mejor cara, siempre positiva, siempre con la frente en alto.
Desde el momento en que nos enteramos que te detectaron el cáncer de matriz, fue como un balde de agua fría, nunca pensamos que siendo tan joven (32 años) podías tener esta enfermedad. Sabíamos que no llevabas una súper alimentación y una vida muy sana (ese cigarro… recuerdas ¿cuántas veces te dije?), pero bueno… fue detectado a tiempo, se eliminó por completo el mal y a seguir adelante.
Yo sé que la vida nos tiene preparados caminos inesperados, y ese camino que a ti se te presentó… vaya que fue inesperado, era inaceptable, era inaudito, era… era… increíble, cuando escuchamos al doctor decir que estabas invadida de tumores en estómago, en hígado, en páncreas… no lo podíamos creer… nos quedamos paralizados, pero sí… era cierto, no había marcha atrás, no sabes qué impotente me sentía con esa noticia, no había nada qué hacer.
Cuando comenzaste con esa gran lucha por la vida, y sobrellevar esta situación lo mejor posible y con la mejor calidad que te permitiese, era admirable. Al mismo tiempo, nos invitabas a acompañarte en esta batalla: no podíamos darnos por vencidas, no podíamos decir NO… porque te veíamos con una gran fuerza para continuar el mayor tiempo posible.
Sabíamos que tenías una muy importante razón para continuar luchando… TU HIJO, ese pequeño ser de tan sólo 6 años, que le habías dado todo… todo tu tiempo, tu cariño, tus desvelos, tu dedicación, todo tu amor y que de repente todo esto se veía desmoronar… y ¿cómo… cómo darle esta noticia? ¿Cómo pensar que podían ser los últimos momentos, cómo pensar que podría ser el último cumpleaños junto a él, cómo poder pensar que no podrías verlo crecer, cómo pensar que no podrías acompañarlo en su juventud, en sus momentos de tristeza, de felicidad, cómo pensar todo lo que ya no podrías vivir con él?
Cuando iniciaba esta lucha, recuerdo muy bien en junio de 2006… el intento por una quimioterapia tomada, y resultando que no la toleraría tu organismo, ocasionándote sangrados… y lo peor del caso es que ya no había nada qué hacer, buscando alternativas, tanta gente ofreciéndote opciones y tú ya no saber cuál tomar, cómo saber cuál era la mejor, cómo saber cuál era la que te podía ayudar a vivir más tiempo, tanta gente queriendo contribuir para ayudarte, tantos remedios recibidos, y ninguno funcionaba… y el tiempo pasaba… y pasaba y no encontrábamos nada que sirviera… parecía que algo comenzaba a ayudar… y a la mera hora nada… volvíamos a comenzar de cero…
Comenzaban los dolores… tuvimos que recurrir a la clínica del dolor… era triste… muy triste, porque sabíamos que la historia se volvía a repetir… primero mi mamá… diez años después mi papá y ahora… eras tú. No sabes cómo me dolía verte, porque era el momento de estar unidas, porque estábamos solas… pero a la vez tan acompañadas.
Cómo recuerdo que teníamos que disimular ese gran dolor delante de Ricardito, cómo recuerdo que tenías que ponerte las inyecciones para el dolor, cómo no recordar cómo te sentías… toda adormilada… toda cansada y aún así siempre al pie del cañón, siempre viendo no sólo por tu hijo, cómo agradecerte que a pesar de estar en esas condiciones, todavía me ayudabas con mi hija, que yo sé que para ti era como una hija también, siempre me la apapachabas, me la consentías y la tratabas como a una hija más. ¿Cómo le hacías? ¿De dónde sacabas tanta fuerza? ¿De dónde tanto optimismo?
Cómo no recordar el día que le dijiste a Ricardito: mira hijo, cuando vaya al baño y oigas ruidos como quejidos, no te asustes, no son quejidos… son gritos de Tae Kwon Do como tú los das, esos gritos me van a ayudar para poder ir al baño (recuerdo esos dolores tan tremendos que te daban cuando ibas al baño… ya tus órganos no funcionaban bien), es admirable todo lo que hacías, siempre pensando la forma de hacerle más fácil la enfermedad a tu hijo.
¡Cómo no darle gracias a Dios por permitirte organizarle su Primera Comunión y estar a su lado!
¡Cómo olvidar esa silla de ruedas! A ti no te importaba nada, lo único era tu HIJO, lo seguías llevando al colegio, lo llevabas al karate, a sus fiestecitas, a sus convivios, no querías perderte nada, y cómo olvidar que te la pasabas tomando fotos de todo y de todos, como si tú te las fueras a llevar.
El tiempo se empezaba a agotar, comenzaba la cuenta regresiva… pero tú… entera, siempre con tu posición de aceptación, de estar satisfecha con lo que habías hecho por tu HIJO, no dejaba de admirarte un solo segundo, porque cada cosa que hacías, lo hacías al cien, siempre diciendo “sí puedo”, “sí aguanto”, “no se preocupen… estoy bien”, “váyanse a casa”, y hasta pensando qué regalo de cumpleaños darme. Recuerdo muy bien ese 23 de julio, que te fui a ver, y cuando me viste… ¡se te olvidó mi cumpleaños! -ya no recordabas bien las cosas- Tuve que regresar al trabajo… y después me dijo Ana que habías preguntado por mí, y pensaste que me había enojado porque no me habías felicitado y ahí me dejaste mi regalo (una pijama que me gustaba). Ya pasabas mucho tiempo durmiendo, tanta medicina, tantas inyecciones y todo para calmar esos fuertes dolores.
Recuerdo que decías que no se te retirara a Ricardito en ningún momento, pero llegó la hora en que teníamos que hacerlo, ya no era posible que tu hijo estuviera viéndote así, era mejor que se llevara una mejor impresión. Ya habías cumplido tu cometido, ya habías platicado con él, recuerdo que le dijiste: “Richard… no sé cuánto tiempo me quede, si un día, una semana, un mes… no lo sé… pero cuando me muera, tú debes estar contento, porque yo voy a estar con Diosito, ese día tiene que ser un día de fiesta, va a haber flores de colores, también va a haber globos, y debemos estar muy contentos porque yo así voy a estar.” Esto jamás se me va a olvidar, siempre lo tendré muy presente, cada momento que hablabas con tu hijo, con tanta fortaleza, y puedo decir que hasta dureza, pero que era la única forma de prepararlo… para ese día… para esa gran ausencia.
Ya era 25 de julio de 2007, tú ya empezabas a estar muy mal, tuvimos que llamar a Mario que estaba en El Salvador, pensábamos que no le daba tiempo de llegar, los minutos parecían segundos, el tiempo caminaba, y tuvimos que avisarle a Ricardo que llevara a tu hijo para despedirse… qué triste… qué desconcertante… tantos sentimientos inesperados… tanta angustia… tanta incertidumbre…
Por fin llegó Mario, ya estábamos los cuatro hermanos juntos, claro… esperando tu momento… esperando que descansaras,: ya había sido mucha lucha… ya el medicamento no era suficiente… los dolores eran superiores a los calmantes… sabíamos que ya no quedaba mucho tiempo.
Era ya 26 de julio, era muy temprano; el momento se acercaba. Tus últimas respiraciones y sí… era el día del gran final: ¡descansaste!, pero ahora lo difícil era para nosotros… esa ausencia… esa gran ausencia que nos dejaste… ese hueco que hasta hoy no lo lleno con nada.
Llegó el momento del funeral, hicimos exactamente lo que tú querías: un velatorio con globos, con flores de colores, y manteniéndonos fuertes… para que cuando llegara Ricardito, eso fuera una gran fiesta, como tanto lo pediste. Recuerdo que comenzaba la misa y entraba Ricardito… no sabes cómo me desmoronaba pensando en qué podía sentir él, pero era increíble… increíble cómo estaba Ricardito, entero, contento, sonriendo, como tú se lo pediste.
¿Y sabes? Yo no pude llevar a Alessita: se me hacía una crueldad que viviera esos momentos, porque sí sabrás que ella también te quería como una mamá, no sabes cuánto te sigue extrañando, y ¿sabes lo más sorprendente? Que al día siguiente de tu cremación, Ricardito le preguntó a Alessita: ¿por qué no fuiste a la fiesta de mi mamá?
Meli… me dejas sin palabras. Nos dejas un gran ejemplo, un gran legado… pero también un gran vacío: porque personas como tú… ninguna, eras única, especial, excepcional, y no sabes qué feliz nos hace el escuchar a tantas personas cómo se expresan tan bien de ti. Estoy muy orgullosa de ti y siempre te voy a llevar en mi corazón y en mi mente.
Te quiero, te extraño y te admiro.
Tu hermana,
Alejandra