Esta es la gravísima situación del mundo y de los que en él vivimos. Hay carencia grande de fe y de personas que lleven a los enfermos de cuerpo y alma ante Jesús.
Conocido es el relato evangélico del paralítico curado por Jesús (Lc 5, 17-27). Estando rodeado de gente por todas partes en una casa, era imposible el acceso a su persona. He aquí que unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico para que lo curase. No encontrando sitio, subieron al terrado, le descolgaron con la camilla a través de las tejas y le pusieron delante de Jesús. Viendo la fe de ellos, dijo :”Hijo, tus pecados te quedan perdonados” y luego al enfermo: “Levántate, y anda”. Al punto, dice Lucas, se obró el milagro de su curación, ante el asombro de todos.
Este signo, bien podría ser el paradigma de la situación de gran parte de la sociedad, de la familia y de las personas. Se hallan paralizadas, entumecidas, por el mal. Necesitan todos ponerse en contacto directo con Jesús. El es el único que puede dar no sólo la salud corporal, sino la espiritual a todo aquel que se le acerca con fe.
Esta es la gravísima situación del mundo y de los que en él vivimos. Hay carencia grande de fe y de personas que lleven a los enfermos de cuerpo y alma ante Jesús.
Sólo Dios, puede sanar y salvar al hombre y a la humanidad. La fe personal, es el requisito indispensable para ello. Sin ella no hay salida posible para las personas, las familias, las instituciones, la sociedad y el mundo global.
Grave responsabilidad los que tenemos el don de la fe, si no trasmitimos con nuestra vida el testimonio de fe, para que otros puedan acceder al único que es la luz del mundo, el camino, la verdad y la vida para todos.
Miguel Rivilla San Martin (España)