Posiblemente al leer el título si no conoces nada de la Escritura te habrá extrañado un poco, o mucho. Si tienes alguna idea de lo que es la Sagrada Escritura habrás dicho: Biblia en griego es el plural de libro…
Posiblemente al leer el título si no conoces nada de la Escritura te habrá extrañado un poco, o mucho. Si tienes alguna idea de lo que es la Sagrada Escritura habrás dicho: Biblia en griego es el plural de libro; entonces, el título querrá decir que no es uno sino 73 libros. La verdad es que no me refiero a eso.
Lo que pretendo es ayudarte a entender que la Biblia no es un libro formado por papel y letras con una pasta más o menos costosa. Es algo mucho más profundo y mucho más importante que está como oculto entre esas páginas.
La Biblia es la Palabra de Dios.
Dios nos ha hablado para revelarnos su grandeza, nuestra pequeñez y la salvación que Él ha querido compartir con nosotros. Eso se llama la "revelación" y Dios nos la ha transmitido de dos maneras: por la Biblia y la Tradición.
Por eso, sin duda, te has fijado en que la Iglesia, sobre todo en las misas cantadas, hace reverencias especiales al libro entero de la Biblia y de manera especial al Evangeliario que es una parte de la Biblia que contiene los evangelios:
Lo lleva en procesión entre luces y levantado ante la multitud; lo inciensa; lo besa y cuando lo levanta al final enseñándolo a los fieles, dice el lector: "Palabra del Señor". Todos contestan: "Gloria a ti, Señor Jesús". Evidentemente que esas cosas no se hacen ni se dicen a un libro cualquiera.
Tampoco es que nosotros adoramos un libro; pero sí alabamos y glorificamos al Verbo de Dios que ha querido comunicarse con nosotros a través de lo que llamamos la Biblia y todavía más en concreto en el Evangeliario.
Cuando se reunieron los obispos durante el concilio Vaticano II (desde 1962 al 65) nos dejaron, como recuerdo de su estudio, un precioso documento llamado "constitución sobre la Palabra de Dios".
Nos dicen cosas muy bellas. Por ejemplo: "La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el cuerpo de Cristo".
Le da esa importancia porque la Iglesia sabe que lo que ha sido escrito en la Biblia está inspirado por Dios. Ha sido escrito de una vez para siempre y entre sus páginas se nos transmite la Palabra del mismo Dios de una manera inmutable.
Si te has fijado, en cada Santa Misa la Iglesia nos reparte un doble alimento: el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía.
Estos dos alimentos son nuestra fortaleza y nuestra seguridad. Y todavía añade algo más el número 21 de este documento: "En los libros sagrados (¡en la Biblia!) el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos".
Tú te acuerdas de cómo el Señor en el paraíso, al atardecer, bajaba a conversar con Adán y Eva. No me extraña que alguna vez hayas envidiado un poco a nuestros primeros padres.
Sin embargo, no debieras envidiarlos ya que el mismo Dios y Padre sale amorosamente a conversar contigo cada vez que abres la Biblia y lees o escuchas su Palabra.
Resulta, pues, muy difícil de entender que haya muchos cristianos se aferran sólo al libro externo y lo hacen de la misma manera que tratarían un diccionario o cualquier otro libro grande.
No piensa así la Iglesia de Jesús.
La Iglesia cree que es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios que constituye para ella: "sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual".
¿Qué cosa más grande podrá haber que este alimento de la Palabra de Dios?
Te aconsejo que tengas el libro de la Sagrada Escritura con amor y veneración. Que lo leas con frecuencia. Que lo medites, lo lleves a la vida y enseñes sus maravillas a otras muchas personas.
Es bueno también que pienses que la mejor forma de dialogar con Dios es ésta:
Él te habla a través de la Sagrada Escritura y que luego, por tu parte, converses, adores y ames a tu Señor que te ha hablado. Ese diálogo viene a ser la mejor forma de hacer oración.
José Ignacio Alemany Grau, obispo (Perú)