Ante las leyes que se están aprobando, algunas totalmente amorales, es necesario estar convencidos de que, antes o después, deben acabar por desaparecer, entre ellas las leyes que permitan el aborto…
Ante las leyes que se están aprobando, algunas totalmente amorales, es necesario estar convencidos de que, antes o después, deben acabar por desaparecer, entre ellas las leyes que permitan el aborto -y con más razón no se deben ampliar las ya existentes-, porque no puede negarse que abortar es matar a un niño en el vientre de su madre, tenga días, semanas o meses de vida. Y esto no puede presentarse como un "progreso", sino como un fracaso de la sociedad y de los responsables sociales, que no han sabido o no han querido abordar a fondo este problema de justicia de primer orden. El aborto es también una grave desigualdad entre el abortado y el que aborta: el que aborta se arroga el derecho a disponer de la vida del abortado: ¿esto es igualdad?
A las que dicen que el cuerpo es suyo y tienen derecho a hacer con él lo que quieran, habría que hacerles ver que ni siquiera con su propio cuerpo tienen ese derecho, sino el deber de cuidarlo y respetarlo; y con mayor motivo el cuerpo del hijo que lleva en su vientre, que si bien "está" en su cuerpo ya no "es" su cuerpo.
Hay que tener también en cuenta que el aborto no es de "izquierdas" ni de "derechas", como tampoco lo es la defensa de la vida: es una etiqueta que la opinión pública debe superar. Por tanto, ¿No les parece que se deben vencer sin miedo los complejos para defender la vida humana del no nacido? Si por negligencia, omisión o prudencia mal entendida no se defendiera la vida humana, ¿qué credibilidad moral se tendría? La prudencia y la oportunidad política son valores positivos, siempre que no lleven, en la práctica, a pasar de largo por temas de conciencia de capital importancia.
Enric Barrull Casals