Había mucho escepticismo y desconfianza alrededor de este multitudinario encuentro. En efecto, los magnos encuentros de este género, normalmente, no producen grandes resultados. Sin embargo, este VI Encuentro Mundial de las familias ha sido la excepción y, a mi manera de ver, ha superado toda expectativa.
Ciudad de México 13-18 de Enero de 2009.
Un gran acontecimiento.
Había mucho escepticismo y desconfianza alrededor de este multitudinario encuentro. En efecto, los magnos encuentros de este género, normalmente, no producen grandes resultados. Sin embargo, este VI Encuentro Mundial de las familias ha sido la excepción y, a mi manera de ver, ha superado toda expectativa: la participación de los laicos ha sido notable, positiva y entusiasta, sea en las exposiciones que en el encuentro en general; las familias, en representación de todos los continentes, han adornado bellamente el panorama con su folclor, alegría, serenidad y testimonios; los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, por cierto muy numerosos, han sido respetuosos y no invasivos; los expositores atinados, sobrios y eficaces.
Ha sido un agradable encuentro de familias de 46 países del mundo. Aun cuando, sobre la familia, se ha escrito ya mucho, los temas tratados no han sido aburridos. Más bien, han reconfirmado la fe de los creyentes en la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer; han alimentado la esperanza de que sea siempre más reconocida, en su enorme valor social y se ha solicitado mayor sensibilidad política, para su fortalecimiento y tutela, también legal. La familia, en efecto, ha sido reconocida, por todos los asistentes, como célula principal y fundamental de todas las sociedades. De su calidad, por cierto, depende la de la sociedad misma.
La participación de la prensa.
Muy buena ha sido juzgada la organización, conducción y estructura temática del evento. La prensa local ha comentado ampliamente este encuentro y lo ha hecho con suficiente objetividad y aprecio. Solamente el inevitable periodismo de izquierda lo ha criticado por su verticalismo vaticanista y se ha inconformado respecto al ‘único modelo’ de familia ‘tradicional’, que se ha tomado en consideración. Desde luego, ha lamentado la exclusión, casi total, de las familias alternativas, que de hecho existen, y que la Iglesia parece no querer ver. La cosa es que el encuentro no había sido diseñado como foro de discusión sobre modelos alternos de familia, sino como espacio de ratificación y consolidación de lo que, cristianamente, es.
La atmósfera festiva.
Donde hay familia, hay fiesta, goce y alegría. Y así ha sido: una verdadera fiesta del amor familiar, a la que hemos participado y de la cual hemos disfrutado. Una fiesta que ha contagiado gran parte de nuestra ciudad de México. Festiva, sobre todo, la jornada sabatina del festival; gozosa, también, la solemne misa de clausura, en el atrio del santuario guadalupano, presidida por el secretario de estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. Muy emotivo ha sido, además, el mensaje papal, televisado en vivo, al pueblo de México y a todas las familias allí presentes. También el anuncio final del Papa, acerca del próximo encuentro mundial de las familias, en la ciudad italiana de Milán, ha sido acogido con fuertes aplausos.
La presencia misteriosa, pero real, de la Virgen de Guadalupe, sin lugar a dudas, ha favorecido la bellísima atmósfera familiar que, luego, se ha conservado durante todo el encuentro. Triunfal y emotiva, por cierto, la secuencia final de este VI Encuentro Mundial de las familias, la mañana del domingo 18.
Los temas del encuentro.
El Pontificio Consejo para la familia, por cierto, había ya elaborado, como subsidio concreto para los participantes al encuentro, un catecismo, cuyo título, era “La familia formadora de los valores humanos y cristianos”. Los primeros tres días del encuentro, en efecto, desarrollados como verdadero ‘congreso teológico’, han sido dedicados a la profundización del catecismo mismo. Se ha reflexionado sobre el valor irremplazable de la familia y su trascendente dimensión religiosa. A lo largo del congreso, se ha ratificado el origen divino de la familia y su enorme función educadora y evangelizadora. También: ha aflorado su indiscutible belleza, por ser construida sobre el amor, corporal y espiritual, de la pareja. El icono de la Sagrada Familia de Nazaret, que ha dominado en el escenario del aula magna, ha favorecido la comprensión de la familia de Jesús como modelo perfecto a imitar y ha evidenciado la identidad de todas las familias cristianas como ‘pequeña iglesia doméstica’.
Evitando ingenuidades, no se ha dejado de denunciar la urgencia de proteger a la familia de los nefastos efectos de los medios de comunicación, de las consecuencias devastadoras de las frecuentes separaciones migratorias, de la pobreza y de la injusticia social. Se ha pedido a las familias de defenderse de la simulada latente violencia de las ideologías relativistas, hedonistas y materialistas contemporáneas. En medio de crisis sociales y económicas, hoy, se reclama la generación de condiciones de vida digna, para reconstruir y preservar la unión de las familias.
En el ‘panel’ del segundo día del congreso teológico la reflexión se ha orientado hacia la estructura jurídica de la familia pidiendo, explícitamente, su defensa política, sea nacional que internacional y la tutela legislativa, en cuanto sociedad que desarrolla roles insustituibles y primarios de educación a los valores humanos y cristianos, primero de los cuales, la dignidad absoluta de toda persona. En efecto, mientras la familia educa a lo largo de toda la vida, la escuela y la parroquia lo hacen, subsidiariamente, y por tiempo limitado. La fe y el amor, se ha subrayado en el congreso, se aprenden, sobre todo, en el seno de la familia y siguen constituyendo los ‘pilares’ necesarios para abrir el corazón hacia todos aquellos que, en el mundo, piden techo, alimento, trabajo, hospitalidad, comprensión, aliento y afecto. Son la fe en Dios y el amor al hombre, las fuerzas más poderosas que siguen impulsando a las familias cristianas, de hoy, a superar toda barrera racial, cultural y religiosa para dar vida a familias ‘abiertas’, o sea, acogedoras, sin prejuicios confines.
Ha aflorado, repetidamente, también el concepto de la familia como lugar de generación de la vida, fuerza evangelizadora de la sociedad y comunidad de alianza y amor. El sacramento del matrimonio cristiano, a su vez, quiere reflejar el amor de Cristo hacia la Iglesia y su alianza de amor con la humanidad entera. Cuando, pues, llegan los hijos, esta alianza matrimonial se convierte en ‘alianza familiar’.
Lo que más se ha querido señalar, en el tercer día del congreso teológico, ha sido el análisis de los requisitos psicológicos, espirituales, morales y económicos necesarios para que toda familia logre ser eficaz educadora de toda persona humana, desde el aspecto físico al intelectual; desde el moral al espiritual. Finalmente, con un abanico de testimonios familiares, de los representantes de todos los continentes, se quiso consolidar el rol formador de todas las familias del mundo, en el respeto, pero, de las diversidades de métodos, estrategias y tiempos.
La agradable sorpresa del encuentro: el presidente de la República Mexicana.
A sabiendas de los antecedentes anticlericales y laicistas, que la contradictoria historia de México ha institucionalizado en el tiempo, nos ha gozosamente sorprendido la audaz presencia de nuestro amado presidente de México, Licenciado Felipe Calderón y de su estimadísima esposa, Margarita. En efecto, de inmediato, la prensa jacobina del país ha gritado al escándalo. Sin embargo, los tiempos han cambiado y la nación está caminando, positivamente, hacia la democracia. Además, desde la reforma constitucional de 1992, la Iglesia ha adquirido identidad jurídica y, poco a poco, se va avanzando hacia la tolerancia y la libertad religiosa. Bello y testimonial ha sido el discurso del señor presidente, católico de formación y de hecho. Se ha confirmado como auténtico aliado de todos aquellos que, en el mundo, creen en la familia y defienden su identidad natural e universal. Su referencia a las familias disfuncionales, como realidad mayormente expuesta a generar hijos socialmente difíciles, ha sido criticado, por cierta prensa de oposición, sin embargo, no deja de ser parte de la verdad.
El mensaje de clausura de su Santidad Benedicto XVI.
En el mensaje conclusivo del encuentro, su santidad Benedicto XVI se ha revelado atento y sensible hacia la realidad de la familia, hoy. Reconoció la eficaz influencia del Evangelio de Jesús, como manantial de valores cristianos, en el proceso de formación de la cultura mexicana. Ratificó el valor inaplazable de la familia en la construcción de sociedades sanas y su necesidad para la formación humana y cristiana de los hijos. La familia es, en efecto, también para el Papa, el espacio inmejorable para la transmisión de la vida y de los valores morales. Según él, el modelo cristiano de la familia es, únicamente, aquel fundado sobre el matrimonio indisoluble, entre un hombre y una mujer que se aman. Las polémicas y los conflictos actuales, contra este modelo cristiano de familia, para su Santidad, son productos de falsos y ambiguos conceptos de libertad. Resulta, pues, superfluo, para él, recordar al mundo que la cercanía, la solidaridad, la hospitalidad y el amor se aprenden, principalmente, a la escuela de la familia, realidad antropológica y divina, de la cual todo bautizado debería dar testimonio y, las legislaciones, favorecer y tutelar. No es casual que solamente la familia, en el pensamiento del Papa, puede renovar, verdaderamente, la humanidad de este tercer milenio de historia. Concluyó su mensaje ratificando su cercanía especial a todas las familias, pero, de manera especial, a las familias numerosas, a las que sufren por la pobreza, a las emigrantes en tierras extrañas y a las perseguidas por su fe.
¿Algunas insuficiencias de este ‘VI Encuentro Mundial de las familias’?
Los representantes de las familias no han sido de muchas nacionalidades.
Los temas tratados, indudablemente interesantes, no han aportado novedades estimulantes de particular eficacia.
Se ha notado una cierta ausencia de las problemáticas morales ‘sensibles’ del momento y también de alguna voz ‘incómoda’, con la cual la Iglesia debe aprender a dialogar y a confrontarse. Hay modelos de familia que las circunstancias provocan y, en muchas ocasiones, contra la voluntad de los integrantes. Hacia ellas también, la Iglesia debe dirigir su palabra de misericordia y de amor, evitando toda discriminación.
Los congresistas, por la excesiva y desproporcionada presencia de eclesiásticos y religiosas, se han sentido un tantito inhibido en su libertad de expresión.
A pesar de todo, creo justo y legítimo asociarnos a la enorme multitud de pueblo, presente en este VI Encuentro Mundial de las familias, para cantar juntos un himno de agradecimiento a Dios, por el gran don de la familia, que nos ha dado, y para gritar, a todo mundo y de todo corazón:
¡Viva la Familia!
Padre Humberto Marsich, Misionero Xaveriano.