Hace unos días leí dos artículos muy diferentes. Y lo diré sin ambages, del primero me fié, del segundo no. El primero alienta la vida, el segundo la muerte sin ninguna duda.
Hace unos días leí dos artículos muy diferentes. Y lo diré sin ambages, del primero me fié, del segundo no. El primero alienta la vida, el segundo la muerte sin ninguna duda.
El primero era de César Nombela, Catedrático de la Universidad Complutense. Su artículo, publicado en un medio de tirada nacional, sobre la "Vida humana embrionaria". Ya con eso respiro, pienso que ese señor cuando te mira a los ojos lo primero que piensa es que tiene delante un ser humano. Y cuando atiende a una embarazada ve al menos dos seres humanos, no un solo paciente sino dos vidas que están conviviendo durante una etapa de su existencia.
¿Y, el segundo? El segundo es un científico que juega a filósofo y hace trampa; nos dice: "los embriones no tienen alma hasta los 14 días", y parece que cree en el alma, pero me da la impresión que no cree que haya alma ni después de los 14 días. Se me olvidaba, ese señor es Bernat Soria, fue director del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa y actualmente es Ministro de Sanidad y Consumo del Gobierno de España.
Supongo que el primero, catedrático de Universidad, no necesita acudir a la filosofía para demostrar que el embrión es un ser vivo distinto de la madre y del padre, capaz ya de crecer, alimentarse, moverse y reproducirse, como parece afirmar también el señor Soria cuando dice que ese ser puede dar gemelos. Ergo…! ese ser puede producir vida y habría dos vidas humanas en vez de una desde ese momento.
Los protozoos unicelulares, eso lo saben los dos, aunque se dividan al reproducirse siguen siendo protozoos, no pierden su condición. Un ser humano tampoco. Así es de consistente el razonamiento de Soria de que no hay alma porque el alma no se puede partir. Si le seguimos llegaremos a la conclusión de que no hay alma en el embrión porque no puede resultar de partirse un trocito del alma de los padres.