El mal nunca proviene de Dios. Ni lo manda ni lo quiere. Lo permite, para nuestro mayor bien. Él es poderoso y bueno, para sacar bien del mal.
Se precisan ideas claras y comportamientos coherentes. Pocos ignoran que la situación del virus porcino puede ser trágica y afectar a todos sin excepción. Mentalicémonos a través de la Palabra de Dios. Él nos habla por su Hijo, la conciencia y los signos de los tiempos. Preciso recapacitar, como seres racionales y con fe, en la misericordia infinita del Padre.
Ideas del creyente: el mal nunca proviene de Dios. Ni lo manda ni lo quiere. Lo permite, para nuestro mayor bien. Él es poderoso y bueno, para sacar bien del mal. El bien último no siempre coincide con el que el hombre busca y apetece. La salvación trascendente es el bien definitivo. Ésta sólo se logra con la conversión y vuelta de la criatura a su Creador. Nunca Dios privará al hombre de su libre albedrío. Cada uno es y será libre y responsable de sus actos.
Comportamiento del creyente: ayudar lo que pueda al necesitado. Todos, solidaridad y acercamiento en cualquier situación, por dura que sea. Confiar, como los santos, en la Providencia de Dios.
«Padre mío, me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí te lo agradezco.
«Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío.
«Pongo mi vida en tus manos; te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre».
(Beato Charles de Foucauld).
El gran san Juan Bosco, allá por tiempos de la peste, pidió ayuda a la gente para poder atender a los apestados. Varios jóvenes se ofrecieron a ayudarlo, tras confesar y comulgar. Ni uno solo se contagió. He aquí la mejor prevención para los creyentes.
Por Miguel Rivilla San Martín / España