No sé si te ha ocurrido. Hay días que me levanto pensando: “debe haber algo más. No puede ser sólo esto”.
El hombre está lleno de esperanzas y sueños. Soñamos, anhelamos, deseamos, amamos. Algo en mi interior vive inquieto, me impulsa en la búsqueda de Dios.
En ocasiones me da por no responder a su llamado. Es como una voz muy tenue, que apenas se escucha. Te llama por tu nombre. Y sabes que es Dios.
Alejarte no hace más que aumentar el anhelo de Dios por ti. Su ilusión por saber que lo amas.
Te parecerá una tontería, pero me lo imagino como un niño que busca a su madre para que lo abrace y lo consienta y le diga sin cesar cuánto lo ama. Por algún motivo, Dios, que es amor, suspira por nuestro amor.
De pronto ocurre lo contrario, somos nosotros los que corremos a sus brazos paternales, para sentirnos amados, seguros, confiados.
Y es cuando Él acude a nuestro encuentro, casi corriendo, para abrazarnos, fuerte, muy fuerte y decirnos: “No temas. Yo estoy contigo”.
Y es cuando comprendes que sí, hay algo más. Grande, inmenso, extraordinario, que trasciende, que va más allá. Por lo que vale la pena darlo todo.
Por Claudio De Castro (Panamá)