Ser parte del cuerpo de Cristo es un milagro, pero no una ventaja; un don, mas no un privilegio. Igual que Cristo en su cuerpo es el Hijo Único de Dios, pero viene a ofrecerse por todos para hacernos hijos adoptivos e incorporarnos a Él, así los católicos somos hoy el cuerpo de Cristo presente en la Tierra…
Somos parte de Cristo, el cuerpo místico de Cristo. Increíble —e incomprensible— como suena, Jesús lo bosqueja cuando afirma: Yo soy la vid y ustedes los sarmientos […] Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, y más tarde, San Pablo lo afirma categóricamente, no como alegoría, sino en su sentido literal. Los cristianos integramos un solo cuerpo que tiene a Cristo por Cabeza: Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte.
En el principio sólo existía la palabra, y sin ella no se hizo nada de cuanto existe, pero al llegar la plenitud de los tiempos, la Palabra pide a la humanidad un cuerpo, para con él revelar la Verdad y hacer el bien y ofrecerse como oblación, y así cumplir la voluntad del Padre: que todos los hombres se salven y hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra, cuando Dios sea todo en todos. Al final, otra vez sólo existirá la palabra, pero esta vez con nosotros incorporados a ella. Este es el plan que Dios había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante, con la ayuda de un cuerpo.
Ser parte del cuerpo de Cristo es un milagro, pero no una ventaja; un don, mas no un privilegio. Igual que Cristo en su cuerpo es el Hijo Único de Dios, pero viene a ofrecerse por todos para hacernos hijos adoptivos e incorporarnos a Él, así los católicos somos hoy el cuerpo de Cristo presente en la Tierra, no por nuestros méritos o como únicos beneficiarios de la salvación, sino como cuerpo con el que Cristo pueda seguir predicando la Verdad, haciendo el bien y llevando la salvación a todos los hombres, incluso los que no lo conocen, a través de su amor, su trabajo, su esfuerzo y, si fuera el caso, su sacrificio, para que todos los hombres se salven y Cristo sea todo en todos.
Por Walter Turnbull (México)