Ante la evidencia de la crisis moral y el derrumbe de nuestra civilización y la existencia de una realidad trascendente, cada día se insiste más en que cada quien ha de hacer lo que quiera…
La reciente crisis por la epidemia de influenza revivió en mi memoria una excelente conferencia escuchada en un cassette que me prestaron. Planteaba el conferencista que si el periodista “X”, famoso líder de opinión, anunciara que había una epidemia de sarampión pero que podíamos estar tranquilos porque cada quien la podía tratar como le pareciera (con un té, con un antiviral, con un mantra, con una limpia, con agua y limón, con una cuenta en el banco, con actividad sexual, etc.) seguramente le pondrían una fuerte multa, le retirarían la licencia de locutor y probablemente lo meterían a la cárcel. Pues resultaba que ese mismo periodista unas semanas antes había dicho que cada quien puede entender a Dios como quiera y buscar la salvación como mejor le parezca. La curación de un sarampión —decía el conferencista—, obviamente no se puede obtener como a cada quien se le ocurra. La salvación del alma —que es mucho más importante que la sanación física—, en cambio, sí es cuestión de gustos y de ocurrencias. Cualquier religión, cualquier doctrina, cualquier secta, o ninguna, o cualquier actividad placentera, son fuentes válidas y últimas de felicidad y de realización.
Ahora, ante la evidencia de la crisis moral y el derrumbe de nuestra civilización y la existencia de una realidad trascendente, cada día se insiste más —por complicidad, por mal entendido respeto, por corrección política, por conseguir votos, por dejadez— en que cada quien ha de hacer lo que quiera, y se señala como enemigo publico al que intenta advertir la verdad. ¿Por qué ante la gripa no se hizo lo mismo: que cada quien escogiera el remedio que le gustara?
Y una observación más: si ante la epidemia de gripa no es suficiente el tapabocas sino que hay que modificar muchas otras conductas… ¿por qué ante la epidemia de embarazos no deseados y enfermedades de origen sexual muchos siguen insistiendo en que basta con el condón? ¿Por qué no les retiran la licencia, les ponen una multa o los meten a la cárcel?
Por Walter Turnbull (México)