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El apostolado de la palabra escrita

Me parece que una vez te lo conté. Solía escribirme con un sacerdote enfermo. Nos contactábamos por internet, tarde, en las noches. A veces dejaba de aparecer y me comentaba que estuvo hospitalizado.  Presintiendo la gravedad de su enfermedad una noche le pregunté: “¿Qué es lo que más te ha gustado de tu sacerdocio?”

Vi aparecer en la pantalla del computador una palabra: “Consolar”.

Él nunca volvió.

Cuando iniciamos este trayecto, escribiendo, editando los libros en casa, tuvimos presente esta intención: “Consolar”. Y es lo que hemos procurado hacer. Trabajar para el buen Dios, consolar al que necesita una palabra de aliento.

Me di cuenta que Dios trabaja con nuestra inutilidad, cuando ya no podemos más, llega Él, nos levanta y nos lleva en la palma de su mano.

El año pasado iniciamos un proyecto interminable: 44 nuevos libros.

Tenía muchas dudas, pero escuchaba en mi interior su suave voz diciendo: “Escribe”.

Había días en que me vencía el cansancio. Iba a misa y le comentaba a Jesús: “Señor, no puedo más”. Y por respuesta me decía: “Continúa”.

Transcurrieron los meses, escribiendo, diagramando, diseñando portadas…. Y por fin, a lo lejos, descubrí el destello de un letrero luminoso en el que leí: «Llegaste Claudio».

Me he sonreído con esta ocurrencia de Jesús.

Aún me faltan varios kilómetros para arribar, pero es una esperanza saber que ya falta menos.

Una amiga desde Chile corrigió los textos. Otra, tradujo dos libros al inglés y trabaja un tercero. Un amigo los espera en España para empezar a distribuirlos. Vida, mi esposa, revisó las portadas. He recibido colaboraciones inesperadas y sorprendentes.

Ahora viene el momento de «la confianza».

Estoy terminando mi parte y Jesús está por iniciar la suya.

Es su editorial, suelo decir, yo sólo escribo, edito, diagramo. Él hace lo demás, lo verdaderamente importante: “Toca los corazones”.

Trabajo despreocupado, como si tuviese los bolsillos repletos. Sé que nada faltará. Y es que lo he comprobado muchas veces: Los recursos llegan en el momento que se requieren. Ni antes, ni después.

Me ilusiona invitarte a que nos visites en nuestra página de internet

www.edicionesanab.net

¿Podría pedirte un favor?
Cuando le visites en el Sagrario dile: “Acuérdate de Claudio y sus libritos”.

Ojalá que el buen Dios te haga experimentar esta alegría del Hermano Rafael: “Alguna vez he sentido en mi corazón, pequeños latidos de amor a Dios… Ansias de Él y desprecio del mundo y de mi mismo. Alguna vez he sentido el consuelo enorme e inmenso de yerme solo y abandonado en los brazos de Dios”.