Desde que vi la película “There be dragons” me runrunea por la cabeza una frase que –según el guion- les dijo a Josemaría Escrivá y a su amigo Manolo uno de los encargados de la chocolatería mientras les da a probar unos bombones: “no todos tienen paladar para lo divino”.
Efectivamente, no todos saben apreciar lo divino que hay en las cosas de la tierra, pero no por ello, lo divino esta fuera de su alcance. Es decir, con un poco de trabajo y educando el paladar todos podemos llegar a paladear lo divino. Puesto que como San Josemaría solía afirmar, “se han abierto los caminos divinos de la tierra” para todos.
Solo tenemos que “trabajar” nuestro paladar para «poner a Cristo en la entraña de todas las actividades humanas” con naturalidad, y en las circunstancias concretas que Dios ha elegido para cada uno de nosotros: en la familia, el trabajo, la cultura y los medios de comunicación, la política y el deporte, etc.
Allí es donde tenemos que aprender el gusto por lo divino. Y por lo tanto,” si Cristo vino tras los hombres desde la eternidad de Dios hasta el abandono del infierno, la Iglesia tendrá que ir, como Cristo, detrás de los hombres y buscarlos dondequiera que estuvieren. Sólo se habla contra el tratamiento de la fe como mercancía, que se transforma según el paladar de los hombres, en lugar de formar ese paladar por la fe llevándolo a lo verdaderamente humano, a lo que los antiguos llamaban sapientia, «gusto» por lo divino, sin la cual todo gusto humano se convierte en insipidez aburrida”. (Joseph Ratzinger,EL Nuevo Pueblo de Dios)
“Cuán dulces son a mi paladar tus dichos”(Salmo 108)
«No solo debemos educar la mente, sino también el paladar. Es importante aprender el gusto auténtico de las cosas buenas”(Ferrán Adrià)