Benedicto XVI ha elegido como nuevo tema para las catequesis que entrega a los peregrinos que acuden a encontrarse con él durante la Audiencia General de los miércoles, el tema de la oración, y en esta nueva serie de catequesis se dará a la tarea de explicar cómo es que la oración y el sentido religioso han formado parte del ser humano durante toda su historia. Así, en la Audiencia del pasado miércoles 11 de mayo, el Santo Padre dijo que la humanidad pasa por un momento histórico en el que “Dios parece haber desaparecido del horizonte de muchos, pero al mismo tiempo, existen muchos signos que nos indican un despertar del sentido religioso. Pensando en la historia reciente, ha fracasado la previsión de quien, desde la época del Iluminismo, preanunció la desaparición de las religiones y exaltó una razón absoluta, separada de la fe”.
En efecto, así como explica San Agustín en su muy conocida expresión “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”, así es como el hombre vive, en su interioridad, el deseo de Dios, y por ello es que San Agustín además afirma que es preciso “llevar a los hombres a la esperanza de encontrar la verdad” (Epistulae, 1, 1).
Benedicto XVI, por su parte, durante la Audiencia hizo notar que “no ha habido ninguna gran civilización, desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días, que no haya sido religiosa”, que “el ser humano es religioso por naturaleza” y que “la imagen del Creador está impresa en su ser y siente la necesidad de encontrar una luz para dar una respuesta a los interrogantes sobre el sentido profundo de la realidad; una respuesta que no puede encontrar en sí mismo, en el progreso, en la ciencia empírica. El hombre sabe que no puede responder por sí solo a la necesidad fundamental de entender. Por mucho que piense que es autosuficiente, experimenta que no es así. Tiene necesidad de abrirse a otra cosa o a alguien que pueda darle lo que le falta, debe salir de sí mismo e ir hacia Aquel que es capaz de colmar la amplitud y la profundidad de su deseo”.
El Papa explicó que “el hombre lleva en sí una sed de infinito, un anhelo de eternidad, una búsqueda de la belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo impulsan hacia el Absoluto; lleva en sí el deseo de Dios. Sabe, de alguna manera, que puede dirigirse a Dios, que puede implorarle.”
En referencia a lo que es la oración, el Santo Padre citó al gran teólogo Santo Tomás de Aquino, quien “define la oración como -expresión del deseo que el hombre tiene de Dios-” y profundizó en esta definición al decir que la oración “es una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, una forma de ser ante Dios, antes que la realización de actos de culto o la pronunciación de palabras. La oración tiene su centro y hunde sus raíces en lo más profundo de la persona; por eso, no es fácilmente descifrable, y, por la misma razón, puede ser objeto de malentendidos y manipulaciones. La experiencia de la oración es un desafío para todos, una Gracia que hay que invocar, un don de Aquel a quien nos dirigimos. En la oración, el ser humano experimenta que es una creatura necesitada de ayuda, incapaz de autorrealizarse y de la propia esperanza. Orienta su propia alma a aquel Misterio del que espera el cumplimiento de los deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de la propia vida. En ese mirar a Otro, en ese dirigirse más allá, se halla la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera lo sensible y lo contingente”.
Benedicto XVI terminó con palabras de esperanza cuando afirmó que “aunque el ser humano se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no cesa de llamar al hombre al misterioso encuentro de la oración” y concluyó con una invitación: “Aprendamos a pasar más tiempo ante Dios, ante Dios que se ha revelado en Jesucristo, aprendamos a reconocer en el silencio, dentro de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida y de la salvación, para superar el límite de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con Él, que es Amor Infinito.”
Luego de conocer este tesoro de catequesis, pienso que privarse de Dios equivale a dejar sin respuesta nuestro anhelo de eternidad.