¿Es posible la literatura en Twitter? Si al binomio «literatura-Twitter» se asocia la imagen de un libro la respuesta apuntaría a un «no» rotundo. La «Real Academia de la Lengua Española», sin embargo, define la literatura con dos acepciones: 1) arte que emplea como modo de expresión un lenguaje y 2) conjunto de producciones literarias de una nación, época o género literario. La primera apunta a la técnica y la segunda a un producto o resultado. ¿Es entonces posible hablar de una «twitteratura»?
El lanzamiento de Twitter en marzo de 2006 supuso la aparición de una nueva modalidad de comunicación que ha llegado a convertirse en un masivo fenómeno social aprovechado tanto por figuras del espectáculo, la política y el deporte, como por ciudadanos comunes, marcas y empresas.
La dinámica funcional de Twitter es sencilla: permite a una persona enviar desde su teléfono o computadora mensajes de texto –conocidos como «tweets»– no superiores a 140 caracteres. Esos mensajes llegan inmediatamente a quienes han elegido seguir a la persona, marca o empresa en cuestión –sus «followers», según el argot propio–. La serie de «tweets», además, va quedando almacenada cronológicamente de modo que en la inmensa mayoría de los perfiles de usuarios es posible consultarla, como sucede con los blogs.
A la base de Twitter está una pregunta: «¿Qué estás haciendo?». Esa interrogante que detona la actividad en Twitter (la traducción al castellano del nombre de esta red social equivale al verbo «piar», de ahí la imagen del pajarito, que es su logotipo) logra hacer partícipes a los demás de la propia vida, una vida que es comunicada empleando como modo de expresión el lenguaje escrito y que, en ese sentido, en cuanto lenguaje, entra en la clasificación de géneros literarios, aunque ahora mediante un canal distinto al libro impreso.
Si hasta ahora el libro, ya en su formato digital, ya en sus ediciones impresas, había supuesto el medio por el cual la «palabra» venía comunicada, Twitter supone una nueva plataforma de difusión lingüística.
Muchas de las cosas que decimos entran en menos de 140 caracteres: «me gusta», «se me antoja», «es bonito», «se te ve mal», «está pasado de moda», «no me lo puedo creer», etc. Titulares de periódicos, nombres de películas, novelas o eslóganes comerciales también entran en el corsé de los 140 caracteres. «¿Pero es esto literatura?», se podría objetar. Muchas de esos «tweets» ni siquiera están bien redactados…
Es cierto que no todo lo que circula por Twitter es un modelo de ortografía o sintaxis, pero también es verdad que la exigencia práctica de los 140 caracteres le ha convertido en un «sacapuntas del pensamiento», en el arte de la extrema síntesis, que como tal precisa de una expresividad más bien lacónica y de no poco ingenio por cuanto toca a la construcción gramatical de las ideas. En este sentido, un «tweet» –o el condensado cronológico– está ciertamente lejos de un género literario como la novela, la poesía o el ensayo, pero resulta muy próximo a otros estilos como las máximas, los aforismos, los axiomas, las paremias, el refranero, los adagios, la sentencia, el proverbio, los apotegmas e incluso los titulares periodísticos que precisan de un pensamiento más agudo y meticuloso. Considerados en su conjunto, en algunos casos la serie de «tweets» también pueden asemejarse a un «diario» en perfecta sintonía con la narrativa literaria propia de ese género.
Por otra parte, Twitter ha supuesto un nuevo interés por la lectura. Posiblemente nunca antes se había leído tanto (aunque sean cápsulas de pensamientos, ideas y opiniones) y en todas partes, ni se había concedido un valor añadido al lenguaje y a la necesidad de alfabetización básica para una participación al menos pasiva en esa u otras redes sociales.
Sin entrar en méritos morales o literarios, fueron precisamente las frases cortas las que permitieron a autores como Nietzsche o Schopenhauer difundir grandemente su pensamiento. Pero no hay que remontarse a autores del pasado para aludir a ese tipo de paremias; escritores actuales tiene perfiles oficiales o semioficiales en Twitter, algunos más o menos activos. Es el caso de británica J.K Rowling, la chilena Isabel Allende, el brasileño Paolo Coelho, el italiano Umberto Eco, la mexicana Elena Poniatowska, el colombiano Gabriel García Márquez, o los premios Nobel de literatura Herta Müller, Dario Fo, José Saramago o Mario Vargas Llosa, etc.
Ciertamente no hay que remontarse a grandes nombres de autores para encontrar iniciativas literarias en Twitter. Bastaría colocar en el buscador interno la palabra «literatura» para conocer y acceder a la cuentas de instituciones que la promueven o que ofrecen servicios como el envío diario de «tweets» con frases y citas de las más variadas áreas del saber humano: de la filosofía a la matemática, de la biología a la astronomía, de la medicina a la moral, de citas de libros a originales frases inventadas.
«Twitteratura» religiosa
Quien conoce la Biblia recuerda que algunos de sus libros, por ejemplo «Los salmos», «Lamentaciones», «Job», «Proverbios», «Sabiduría» o «Eclesiástico», están compuestos por versículos que suelen rondar los 140 caracteres. En los Evangelios y las cartas neo testamentarias no son pocas las así llamadas «máximas evangélicas» que entran también dentro de la camisa de los 140 caracteres.
Esa feliz coincidencia ha llevado a no pocas personas a promover otra forma de «twitteratura», la «twitteratura religiosa», que consiste en el envío diario de frases escogidas de la Sagrada Escritura.
En esa misma dirección han ido otros proyectos que se amplían al envío de citas de santos, del Magisterio de la Iglesia, de obispos –empezando por el Papa– o de la propia cosecha reflexiva convertida en pensamientos en el ámbito de la espiritualidad y de la fe cristiana. Hay quienes destinan los 140 caracteres de sus «tweets» al envío de un género propio de la literatura religiosa: las jaculatorias.
En el vocabulario propio de Twitter se ha llegado a hablar de «twitness» (neologismo a partir de la palabra inglesa «witness») para referirse al testimonio confesional de muchos usuarios de los más variados países y en diferentes lenguas.
Si Twitter fuese únicamente un espacio donde el lengua escrito –tecleado digitalmente– fuera la exclusiva posibilidad de intercomunicación, resultaría evidente que una experiencia literaria ahí es posible: Twitter supondría un nuevo soporte literario, una plataforma más, un nivel ulterior, equivalente, a fin de cuentas, al libro tradicional; Twitter, en definitiva, no habría sustituido el escenario anterior aunque sí lo habría redefinido, «obligándolo» a resituarse.
Pero el invento de Evan Williams, Biz Stone y Jack Dorsey abarca otras formas de lenguaje a partir de enlaces (hipervínculos a videos, audios e imágenes) y esto supone un reparo: en esta nueva etapa de la evolución tecnológica, ¿es aún posible hablar de experiencia literaria? En el ámbito de la fe cristiana implica un nivel todavía más profundo dado que «su literatura» específica tiene un cariz evangelizador, de anuncio y de conversión; es mucho más que mera literatura, es testimonio (que por otra parte está recogido, hasta este momento, sobre todo en lenguaje escrito).
El lenguaje propio de Twitter, más o menos análogo al de otras redes sociales como Facebook, Google+, Tumblr o Flickr, privilegia la imagen y las conexiones o enlaces, planteando «nuevos desafíos a nuestra capacidad de hablar y escuchar un lenguaje simbólico que hable de la trascendencia» (cf. Benedicto XVI, «Discurso al Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales con motivo de su asamblea plenaria», 28 de febrero de 2011).
Si la literatura, también la católica, implica necesariamente un lenguaje y en el actual de la web se da de hecho uno «nuevo» que no queda circunscrito al lenguaje escrito, ¿es aún posible hablar de «twitteratura» y, más específicamente, de ««twitteratura religiosa»?
En el contexto cultural presente la respuesta apunta a un sí. La literatura, producto cultural a fin de cuentas, estaría inmersa en esta transformación propiciada por internet en general y Twitter en particular. El tipo de «twitteratura», entonces, debería ser ahora entendida en «sentido general, no sólo verbal»; como un lenguaje novedoso que determina «una capacidad más intuitiva y emotiva que analítica, orienta hacia una organización lógica del pensamiento y de la relación con la realidad, privilegiando a menudo la imagen y las conexiones hipertextuales» (cf. Benedicto XVI, «Discurso al Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales con motivo de su asamblea plenaria», 28 de febrero de 2011).
La «twitteratura religiosa» remite a una nueva forma de inculturación del Evangelio, como explicó el Papa Benedicto XVI en su discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura y que precisamente abordó el tema de la «Cultura de la comunicación y nuevos lenguajes»: «También en la cultura tecnológica actual –decía el Papa el 13 de noviembre de 2010–, es el paradigma permanente de la inculturación del Evangelio el que hace de guía, purificando, sanando y elevando los mejores elementos de los nuevos lenguajes y de las nuevas formas de comunicación».
A continuación, en el mismo discurso, el Papa ofrece de modo original una vía de armonización y respuesta por parte de la fe cristiana a los retos de la comunicación digital actual, a la vez que señala algunas puntos de trabajo pendientes: «Para esta tarea, difícil y fascinante, la Iglesia puede acudir al extraordinario patrimonio de símbolos e imágenes, ritos y gestos de su tradición. En particular, el rico y denso simbolismo de la liturgia debe resplandecer en toda su fuerza como elemento comunicativo, hasta tocar profundamente la conciencia humana, el corazón y el intelecto».
La «twitteratura», también la religiosa, supone, pues, la inclusión del lenguaje audiovisual. De esta forma las «producciones literarias» ahí posibles quedan ampliadas, enriquecen, precisando de un arte o técnica propia para ser compartidas. Es un nuevo modo de entender la literatura ya no nada más como técnica o producto, sino a partir del «lenguaje» en un sentido más amplio.
En el caso de la fe hay todavía un nivel ulterior. Como decía el Papa en el discursos a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, del 28 de febrero de 2011, «No se trata solamente de expresar el mensaje evangélico en el lenguaje de hoy, sino que hay que tener el valor de pensar de modo más profundo, como ha sucedido en otras épocas, la relación entre la fe, la vida de la Iglesia y los cambios que el hombre está viviendo. Es el compromiso de ayudar a cuantos tienen responsabilidad en la Iglesia a ser capaces de entender, interpretar y hablar el “nuevo lenguaje” de los media en función pastoral, en diálogo con el mundo contemporáneo, preguntándose: ¿qué desafíos plantea a la fe y a la teología el llamado “pensamiento digital”? ¿Qué preguntas y requisitos?».
La «twitteratura religiosa» se convierte entonces en pastoral, en «Evangelio digital» que antes debe ser entendido para luego ser interpretado y compartido.
Siendo la literatura obra humana y, en cuanto tal, canal por el que las propias convicciones y anhelos quedan manifestados, es comprensible que la «twitteratura religiosa», concretamente la católica, precise además de la sintonía perfecta con el Magisterio, la vida de unión con Dios, la transparencia de las acciones y la pasión gloriosa de la caridad en la única vida real posible que es la de quien tiene frente a sí un dispositivo mediante el cual quedan recogidos sus 140 caracteres.