La tarde del viernes 21 de junio de 1963, día en que fue electo Sucesor de Pedro, Paulo VI, el Papa quiso compartir los sentimientos que se le vinieron encima al cabo de aquel día, con quienes pudiesen leer el siguiente texto: «Me encuentro en los aposentos papales. Tengo una profunda impresión de desazón y al mismo tiempo de confianza. Después, es de noche, hay oración y silencio; no, no es silencio: el mundo me observa y asalta. Tengo que aprender a amar de verdad a la Iglesia tal como es, al mundo tal como es».
Luego de 42 años, la mañana del 27 de abril de 2005, durante su primera Audiencia general de los miércoles, Benedicto XVI también quiso compartir algunos pensamientos y sentimientos que sobre él se abatieron el martes 19 de abril al saber que había sido electo Romano Pontífice. Así, luego de una semana de encontradas emociones, el papa expresó lo siguiente: «Como ya dije en el primer encuentro con los señores cardenales, precisamente el miércoles de la semana pasada, en la capilla Sixtina, experimento en mi alma durante estos días de inicio de mi ministerio petrino algunos sentimientos opuestos entre sí: asombro y gratitud con respecto a Dios, que ante todo me sorprendió a mí mismo, llamándome a suceder al apóstol Pedro; y temor interior ante la magnitud de la tarea y de las responsabilidades que me han sido encomendadas. Sin embargo, me da serenidad y alegría la certeza de la ayuda de Dios, de su Madre santísima, la Virgen María, y de los santos protectores. Me conforta también la cercanía espiritual de todo el pueblo de Dios, al cual, como repetí el domingo pasado, pido que me siga acompañando siempre con insistente oración».
Estos textos encierran palabras de intensa intimidad con las que ambos pontífices dejaron testimonio de su fragilidad humana y de su humildad. A la respuesta del anuncio de la elección del Vicario de Cristo, el nuevo papa suele responder con humildad, como humilde suele ser también la razón por la que ha elegido el nombre con el que será llamado.
Con alguna frecuencia he escuchado la pregunta de por qué Benedicto XVI tomó este nombre. La respuesta, que dio a conocer él mismo aquel miércoles de su primera Audiencia general, es impresionante porque devela la amplia visión que tiene del mundo y de los acontecimientos que se pudiesen desarrollar durante su pontificado. Aquel miércoles el Santo Padre dijo: «Después de la muerte de mi venerado predecesor Juan Pablo II, hoy se reanudan las tradicionales audiencias de los miércoles. Volvemos a la normalidad. En este primer encuentro quisiera comentar, ante todo, el nombre que escogí al llegar a ser Obispo de Roma y Pastor universal de la Iglesia. He querido llamarme Benedicto XVI para vincularme idealmente al venerado Pontífice Benedicto XV, que guió a la Iglesia en un periodo agitado a causa de la primera guerra mundial.
Fue intrépido y auténtico profeta de paz, y trabajó con gran valentía primero para evitar el drama de la guerra y, después, para limitar sus consecuencias nefastas. Como él, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido de que el gran bien de la paz es ante todo un don de Dios, don –por desgracia- frágil y precioso que es preciso invocar, conservar y construir día a día con la aportación de todos.
El nombre Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran patriarca del monacato occidental, san Benito de Nursia, copatrono de Europa juntamente con san Cirilo y san Metodio, y las santas Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein. La progresiva expansión de la orden benedictina, por él fundada, ejerció un influjo inmenso en la difusión del cristianismo en todo el continente. Por eso, san Benito es también muy venerado en Alemania y, particularmente, en Baviera, mi tierra de origen; constituye un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización.
De este padre del monacato occidental conocemos la recomendación que hizo a los monjes en su Regla: No antepongan absolutamente nada a Cristo. Al inicio de mi servicio como Sucesor de Pedro pido a san Benito que nos ayude a mantener firmemente a Cristo en el centro de nuestra existencia. Que él ocupe siempre el primer lugar en nuestros pensamientos y en todas nuestras actividades».
Acompañado de esta visión de nuestro mundo, el papa Benedicto estará en México del 23 al 26 de marzo. Esperemos palabras de humildad.