Seguimos en el Tiempo litúrgico de la Pascua, celebrando el gozo de Jesús resucitado. Al resucitar, Jesús entra en una vida nueva, ya no puede morir más pues ha vencido el poder de la muerte.
Como discípulos de Jesucristo, si nos hemos unido a su muerte en la cruz, también nos hemos de unir a su resurrección. Morir con Cristo para resucitar con Cristo es la clave si queremos ser seguidores y testigos suyos. Morir al pecado, a nuestro vicios, a las actitudes y comportamientos con que ofendemos y dañamos a los demás; para resucitar, o sea para entrar a una vida nueva, la vida de Dios, plenamente unidos a Él.
Dice san Pablo: “Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra” (Colosenses 3,1-2); también dice el mismo san Pablo: “Tiren la antigua levadura, para que ustedes sean una masa nueva… celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad.” (1Corintios 5, 7-8).
Celebrar la fiesta de la Pascua significa, pues, dejar el vicio y la maldad y vivir en la sinceridad y verdad. Esto no es fácil y cómodo, exige verdaderamente morir a determinados vicios y maldades muy arraigados en nosotros, para entrar en una vida nueva, creciendo en las virtudes que precisamente contrarrestan esos vicios. Cada uno sabe dónde y cómo cojea en su vida moral y espiritual; pero también cada uno experimenta la ayuda de Dios para resucitar de verdad.
El testimonio de personas buenas y santas en torno nuestro hoy y a lo largo de la historia humana, es un estímulo para hacer lo mismo.
Una película que se está proyectando en muchas salas del país, llamada “Cristiada”, presenta escenas reales de una etapa importante en la historia religiosa de México, que va de 1926 a 1929 y conocemos como la “guerra cristera”, en que muchos católicos dieron testimonio valiente de su fe en Cristo Rey y en la Virgen de Guadalupe. Es una época dolorosa pero también gloriosa, en que se forjó la fe honda y sólida fundamentada en Jesucristo y su misterio pascual. En dicha película el sacerdote le dice al jovencito que se prepara para ser monaguillo: “¿Quién eres si no defiendes aquello en lo que crees?” Es una pregunta que se refiere a todos. Sólo unos cuantos mártires del tiempo de la guerra cristera han sido canonizados o beatificados, pero hubo miles más que defendieron con firmeza aquello en lo que creían y dieron testimonio hasta la muerte de Aquel en quien creían, Cristo Jesús y su madre la Virgen de Guadalupe. Ese testimonio nos ayude a vivir con plenitud nuestra fe en la realidad actual, en que el ser humano se erige como dueño de su vida sin necesidad de Dios y busca ante todo eliminar el dolor y aumentar el placer. Que Cristo siga siendo nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida plena y lo confesemos con nuestras palabras, actitudes y acciones.
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán