«Maria di Nazareth» es el título de una serie de televisión proyectada en Italia por la principal cadena nacional RAI 1. La sinopsis no es otra que la de la Virgen María, la madre de Jesucristo, y su vida antes y después del nacimiento de su hijo.
Por muy «simple» que la historia pudiera parecer, ha sido un fenómeno mediático: el primer día de proyección, 1 de abril de 2012, tuvo una audiencia de 7,1 millones de espectadores (25,2% de share), mientras que el segundo día, 2 de abril, se hizo con 8,3 millones de televidentes (29,50% de share).
La serie producida por Lux Vide no es un fenómeno aislado. Por las mismas fechas el tradicional vía crucis del Viernes Santo con el Papa, transmitido desde el Coliseo de Roma, se puso a la cabeza de audiencia frente a otros programas transmitidos en el mismo horario: 4.107.000 telespectadores con una cuota de 16,98% de share. Es también de Lux Vide la serie Don Matteo, la historia de un sacerdote con elevados índices de audiencia en Italia que, llegada a su fin, le dejó la batuta a Suor Angela, las peripecias en serie de tevé de una monjita-detective. Ni qué decir la visita del mismo Benedicto XVI a México cuya cobertura en televisión se convirtió en lo más visto en ese país los días que duró la estancia.
En general, las series de vidas de santos o de cariz religioso transmitidas por la cadena RAI gozan de excelente acogida. Así ha sucedido en el pasado con la vida de san Agustín, la vida de Juan Pablo II, Juan XXIII o Pablo VI, entre tantas otras.
Pero Italia no es el único país donde sucede este fenómeno. México, país célebre por la producción y mundialización de las telenovelas, cuenta con dos series televisivas donde la intervención de los santos o la Virgen María es la base de las diferentes historias. Es el caso de «La Rosa de Guadalupe» (http://televisa.esmas.com/la-rosa-de-guadalupe), producida por Televisa, o «A cada quien su santo», de Televisión Azteca (http://www.tvazteca.com/a-cada-quien-su-santo), ambas con una audiencia elevada y constante por ya varios años.
En España la serie «Padre Casares», de la televisión gallega, se convirtió en líder indiscutible de audiencia regional mientras duró en programación. La historia tenía todos los ingredientes para fracasar: el sacerdote era fiel a la Iglesia, estaba feliz de ser sacerdote, no era pedófilo, mujeriego ni alcohólico… Pronto varias cadenas de televisión compraron los derechos sobre el guión y fue replicado, quizá con menos repercusión, en otras regiones de España como Andalucía, Cataluña y País Vasco.
Aunque no es exhaustivo, este boom de lo católico –en cadenas de televisión no confesionales– pone de manifiesto no sólo que hay un público que está dispuesto a ver este tipo de contenidos sino que además los buscan y es constante en su «consumo». Todos los programas aludidos prescinden de escenas sexuales, de vocabulario soez, etc., e incluso así atraen y mantienen. Habría que pensar por qué en tantas cadenas lo propositivo, edificante y lo que efectivamente eleva al hombre no es replicado, fomentado o transmitido. Audiencia la hay pero no siempre se le da lo que necesita.
Por Jorge Enrique Mújica