Desde enero de 2012 se filtraron a la prensa documentos confidenciales del papa Benedicto XVI. Al inicio se trató de documentación referente al Banco Vaticano, luego sobre la eventual renuncia del Papa y después acerca de un supuesto complot para asesinarlo.
El 19 de mayo, Gian Luigi Nuzzi publicó el libro “Su Santidad”, en el que reproduce documentos secretos del Papa, cartas personales dirigidas al Pontífice o a su secretario particular, el Padre Georg Ganswein. El contenido de los documentos no es escandaloso, pero la gravedad consiste en que hayan sido filtrados documentos reservados, que pertenecen a los archivos personales del Papa, resguardados en la Secretaría de Estado. Los documentos no dañan en absoluto a Benedicto XVI, pero su filtración supone una alta traición por parte de sus colaboradores cercanos, lo que es para él ocasión de una gran pena y tristeza, como ya lo expresó.
La filtración revela también una posible división entre las facciones conservadora y liberal de la Santa Sede, y es claro que se dirige a dañar a la persona del Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone.
En estos días, el Ayudante de Cámara del Papa, Paolo Gabriele, está siendo investigado, junto con otros 23 sospechosos, para encontrar al responsable de la extracción y filtración de documentos, delito por el que podría alcanzar una pena de prisión de hasta 8 años. Por ahora él está en prisión preventiva, pero su arresto ha venido a mostrar la posibilidad de que él no sea el autor intelectual de la fuga de documentos, quien a sí mismo se denomina “el cuervo” y quien volvió a filtrar documentos, a mediados del mes de junio, al periódico La Repubblica.
A todo este asunto se ha sumado la prensa y, con ella, las opiniones de muchos vaticanistas, que apuntan hacia la persona del cardenal Ángelo Sodano, Secretario de Estado durante el pontificado de Juan Pablo II y antecesor inmediato del cardenal Tarcisio Bertone, como el artífice intelectual de toda esta trama que ha puesto en jaque al Papa en persona, a la Familia pontificia, a la Curia romana, al Colegio cardenalicio y a la Sala de Prensa de la Santa Sede que ahora, todos los días debe ocuparse de informar lo que todavía no se aclara y de desmentir especulaciones y rumores, muchos de ellos, infundados.
En medio de todo este asunto, lo que no encuentra entredicho son las palabras del Santo Padre, expresadas por él mismo y de viva voz: “Los acontecimientos de estos días, referidos a la Curia y a mis colaboradores, han llevado tristeza a mi corazón; pero nunca se ha ofuscado la firme certeza de que, a pesar de las debilidades del hombre, las dificultades y las pruebas, el Espíritu Santo guía la Iglesia y el Señor la ayudará siempre sosteniéndola en su camino”. Son palabras optimistas del Papa en medio de su tristeza manifestada. En efecto, este es un asunto que no durará por siempre, aunque, pensamos, es muy probable que se le vea crecer. Tal vez es por eso mismo que él manifestó su confianza renovada en sus colaboradores, a quienes, en cierta forma, el mismo Benedicto XVI cubre con su blindaje personal, al manifestar: “Sin embargo, se han multiplicado las conjeturas, amplificadas por algunos medios de comunicación, del todo arbitrarias, y que han ido mucho más allá de los hechos, ofreciendo una imagen de la Santa Sede que no se corresponde con la realidad. Deseo por ello alentar y renovar mi confianza a mis más estrechos colaboradores, así como a cuantos me ayudan en el cumplimiento de mi ministerio cotidianamente, con fidelidad, espíritu de sacrificio y en el silencio”.
Tal vez tanto como el Papa, quien sufre la vorágine de estas infidelidades sea el cardenal Bertone, considerado como el objetivo a desequilibrar en su autoridad, pues los documentos fueron sustraídos de su propia oficina, y en tanto que en la Curia romana todos esperan su jubilación, pues tiene 78 años de edad, él acaba de denunciar «un clima de mezquindad, mentiras y calumnias» que prevalece en los medios de comunicación, palabras que le atraerán una mayor atención de los periodistas que se sienten aludidos, cosa que el cardenal Bertone no necesita por ahora. Pero también ha manifestado sus sentimientos cuando, al iniciar la segunda mitad del mes de junio, dijo que «la verdad es que hay una voluntad de dividir que viede del diablo», cosa que es totalmente veraz, pues el cardenal Secretario de Estado conoce bien que la Iglesia sufre una constante acechanza proveniente de la masonería iluminada, la masonería oculta, invisible y satánica que pretende fracturar a la Iglesia.